domingo, 11 de noviembre de 2018

colores de Otoño en el Valle de Guadalest




Desde un mirador al borde de la carretera Callosa d´Ensarriá a Guadalest vemos el castillo de esta última población. Cómo escala por la roca para divisar todo el valle desde su campanario y desde la torre del Homenaje de su fortaleza. Guadalest es uno de los pueblos pintorescos más visitados de España, fama que bien merece Pocos pueblos españoles están formados por murallas rocosas. Para entrar en el recinto intramuros hay que caminar por un túnel de su puerta principal. No exagero al afirmar que es un pueblecito único y lo tenemos ahí, tan cerca. Al mirar hoy el paisaje de su entorno, destaca un olmo dorado entre los olivos de los bancales y las pinadas. Como un punto luminoso en la noche. Como una pincelada dorada en un lienzo.










Por Benimantell los álamos se multiplican y visten los campos con colores de otoño. Abajo, Beniardá. Su lavadero antiguo, el parque infantil y un merendero junto a altos chopos que buscan el cielo con tonos dorados. Cerca de Benifato, el colorido del oro brilla en sus hojas caducas.

En algún lugar leí que las mejores cosas de la vida son gratis. Observar esta maravilla de la naturaleza también lo es. Alegra la mente y alimenta el espíritu.




Para alimentar el estómago, nada mejor en este lugar que la Venta de Benifato, que se denomina también restaurante desde 1974. 

Desde 1910 sus fogones dan de comer al visitante, tanto al que antaño iba en mula camino abajo hacia la costa o camino arriba hacia Alcoy, ó ahora en un vehículo rodado. Es aconsejable un alto en la ruta para descansar o para disfrutar de las recetas que elaboran en su cocina. Desde hace unos años la cuarta generación, después de Miguel Frasés Bardisa y su mujer Josefa Frasés Mora, amplió su Carta con carnes a la brasa ó a la espalda. Nosotros somos clásicos en su restauración: cocas, embutido de la montaña, ajoaioli, pan con tomate y aceite de oliva virgen extra Troncal, y olleta de blat. Probablemente, la mejor olleta de blat del Valle de Guadalest.


Sus actuales dueños, Oscar y su mujer, son muy atentos en sus sugerencias y en su servicio. Y cariñosos cuando han de serlo, como hoy que mi familia con mi madre hemos visitado su Venta. Recordando desde que íbamos a su restaurante cuando mis hijos eran pequeños hace diez años; dando instrucciones para que mi madre estuviese lo más cómoda posible; comentando los platos que íbamos a comer. Contento con una sonrisa de oreja a oreja por lo mucho que hemos disfrutado con las viandas que nos han dado. El broche de oro, calabaza asada: dulce, se deshacía en la boca. Con unos vasitos de mistela de la tierra, para repetir. Para contarlo, volver otro día y seguir disfrutando de tantos sabores.


Y de tantos colores de otoño mientras los haya que luego vendrán las nieves de invierno y después la primavera y el verano y vuelta a empezar. Que dure y que podamos contarlo. Que así sea.

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