Why estaba acurrucado junto a la ventana de su cuarto. A oscuras, para evitar la curiosidad de algunos, para impedir que encontrara su malvado camino la trayectoria de una bala perdida. Miraba a la calle, triste y desierta, sin transeúntes, sin vehículos. Era una noche fría de un 9 de noviembre. Apoyando sus manos sobre el cristal notaba cómo se le helaban los dedos. Su mirada se perdía entre la oscuridad. Hacia el este, unas casas con unas pequeñas ventanitas. Estas sí estaban iluminadas. Quería imaginarse en una de ellas a sus abuelos maternos mirando una de las fotografías que sus padres les enviaron por correo el año pasado en Navidad. Quizá leyendo la primera carta que Why les envió hace algunos años. Aunque no los conocía personalmente recordaba de ellos los gestos, las maneras, las expresiones, que había oído contar a su madre. Que había visto en algunas de las fotografías que había encima de la mesa del comedor.
Miraba por la ventana a todo y a nada. Porque nada se movía ahí fuera y nada podía moverse. Un alto y largo muro dividía la ciudad. Occidente de Oriente. El Este del Oeste. El pobre del rico. Los comunistas de los demócratas. Y muchas ilusiones que se quedaron rotas a ambos lados del muro.
Observaba aburrido a la oscuridad cuando, de repente, le pareció ver una sombra. Venía corriendo desde el Este. No podía ser. Volvió a fijarse. Vio otra sombra trepar primero, correr después, sin detonaciones de metralleta como ocurría no hacía mucho. Algo estaba pasando. Por el Oeste un grupo de personas se estaban congregando con cánticos y aplausos. Se acercaron al muro, peligrosamente. Pero no pasó nada desagradable. Fue el principio de una gran ilusión. El primer peldaño para una nueva y gran obra. La primera grieta a tantos años de opresión.
Mamá, papá, gritaba Why por toda la casa. Cuando sus padres se asomaron a la ventana, la calle era un hervidero de personas que corrían en todas direcciones, que escalaban el muro. Que enarbolaban banderas de paz. Que cantaban canciones sobre la libertad. Que se abrazaban entre ellos por la concordia entre alemanes.
Meses después Why pudo ver, saludar y abrazar a sus abuelos maternos (a los paternos los mató la onda expansiva de una bomba durante la Gran Guerra). Tan mayores, tan arrugaditos, se les dibujó una sonrisa en la cara con la reunificación alemana, con el reencuentro familiar, y no la soltaron hasta el final de sus días.
Aquella noche del 9 de noviembre de 1989 simbolizó la caída del muro de Berlín. Fue una noche inolvidable para el mundo. Y en Berlín el muro de la verguenza se derribó para siempre. Primero con palabras, después con martillazos, con excavadoras. Sólo unos lienzos de piedra permanecen en pie y se han convertido en un recuerdo, en un reclamo turístico, donde vas, rememoras y te haces una foto mientras recuerdas la barbarie de la que es capaz el hombre.
páginas webs relacionadas:
http://blogs.rtve.es/la2noticias/2009/11/7/la2n-especial-15-aniversario
http://www.abc.es/20091109/internacional-europa/merkel-caida-muro-victoria-200911092025.html
fotografías de la caída del muro de Berlín tomadas de imágenes de Google
1 comentario:
ESTOS DIAS EN INTERNET LA CAIDA DEL MURO DE BERLIN ES UNA DE LAS NOTICIAS ESTRELLA. TODOS NOS HABLAN DE LA FIESTA, DE LA CELEBRACION, DE LA VISITA DE LOS GRANDES LIDERES, ..., Y TU CUENTAS EL LADO HUMADO. LAS HISTORIA DE UNA FAMILIA ROTA POR UN MURO Y TODAS SUS CONSECUENCIAS. ME GUSTA MUCHO TU NARRACION. FELICIDADES. FRAN.
Publicar un comentario