El pasado
3 de diciembre vivimos un espectáculo desagradable en el Congreso de los
Diputados en el inicio de la XIV Legislatura durante el juramento o la promesa
de acatamiento a la Constitución española como norma fundamental del Estado. No
es excusa que haya sido la primera vez que se inicia la nueva legislatura con
16 partidos políticos, con algunos de sus miembros sin experiencia
parlamentaria. No se cumplió el orden establecido heredado de otras
legislaturas, con excepción de la última, aunque fue más grave y generalizado
que esa entre los partidos de las minorías. Todo se produjo por la falta de
seriedad de algunos diputados, así como de la falta del respecto debido a la
Constitución española y a las instituciones del Estado.
En
España disfrutamos de una democracia joven que merece más veneración. No
podemos, ni debemos, mostrar al mundo lo que no somos, una democracia de
pandereta donde cada uno hace lo que le venga en gana, aunque haya alguien que
siempre le ría las gracias.
Este
espectáculo produce entre demócratas mucha rabia y una gran tristeza. Vemos
hasta dónde hemos llegado; hasta donde el Gobierno en funciones consiente,
dando - otra vez - una imagen de debilidad; hasta dónde Meritxell Batet (PSOE),
Presidenta del Congreso de los Diputados, le parece bien y lo ampara. No vale
decir que con Ana Pastor (PP) pasaba lo mismo porque, además, no es cierto.
Han
sido vergonzosas las actuaciones que vimos ayer por parte de algunos políticos,
nacionalistas o independentistas la mayoría de ellos, en el "templo"
de la soberanía popular. Si no respetan las instituciones del Estado y no
quieren ser representantes del pueblo español, nadie les obliga, que renuncien
a su acta de diputado y ya vendrán otros con más respeto a las instituciones.
Es
lamentable que unos pocos hayan convertido el hemiciclo en un circo. Permitan
que les diga la definición de circo: “el edificio ó recinto cubierto por una
carpa, con gradería para los espectadores, que tiene en medio una ó varias
pistas donde actúan malabaristas, payasos, equilibristas, magos, …”. No me hace
ninguna gracia que el Congreso de los Diputados se convierta en esto, con todos
mis respetos a los que, de verdad, se dedican a la profesión circense.
¿Cómo
es posible que Batet consienta que se prometa el acatamiento a la constitución
en defensa de los presos políticos en España?, cuando no los hay en este país,
porque disfrutamos de una de las democracias más avanzadas del mundo donde -
por supuesto - se respetan los derechos humanos; ¿en qué cabeza cabe tal
disparate sino es en mentes presuntamente torcilleras?; ¿cómo se consiente que
se jure la Constitución por la república catalana cuando España tiene la
Monarquía Parlamentaria como forma de gobierno?; ¿cómo se consiente que se
prometa sobre el respeto del mandato del 1 de octubre, día del referendum
ilegal en Cataluña?; ¿cómo se permite que se jure ó prometa por imperativo
legal hasta tener una Navarra soberana y una Euskal Herría Libre?; ¿cómo se
deja prometer para exigir el equilibrio territorial y evitar una España vaciada
y, en cambio, desarrollada?; ... No son formas de hacerlo, ni son respetuosos
con quienes lo hacen correctamente según la costumbre y la tradición
democrática en España de las legislaturas anteriores.
Está
en duda si con esta manera de actuar adquirieren la condición de
parlamentarios, ó no, aunque Batet lo dió por bueno. El Tribunal Constitucional
español tiene la última palabra, ya veremos en qué queda todo esto.
A
su vez, es necesario cambiar el Reglamento del Congreso de los Diputados y del
Senado, ó la norma correspondiente que lo detalle, donde regular un modelo de
promesa ó de jura de acatamiento a la Constitución para todos igual. Y dejarse
de tonterías, escándalos y falta de respeto a las instituciones del Estado y a
la Constitución española. Que así sea.
Este artículo fue publicado con anterioridad en mi columna de opinión del periódico The Journalist, el 4 de diciembre de 2019.
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