Un grupo de amigos nos
vamos de senderismo por el Parque Natural de Los Alcornocales, en la provincia
de Cádiz. Este parque tiene una extensión de 173.000 hectáreas, de las que
nosotros recorreremos solo unas cuantas, imaginen lo grande que es. Se
distribuye por varias sierras en donde se desarrolla el mayor alcornocal de
España y uno de los más importantes del mundo. Lo forman bosques en lo que
llaman “canutos”, valles profundos y estrechos escarbados por ríos y riachuelos
que los surcan. Los alcornocales también se juntan con otras especies arbóreas
como los quejigos, acebuches ó robles melojos. El alcornoque es un árbol de
tamaño medio que se parece a la encina aunque se distingue con facilidad de esta por su corteza gruesa,
esponjosa y ligera. Con la corteza se hace corcho. Se sigue explotando en este parque con
artes artesanales de la misma manera que se hacía hace cientos de años.
A unos 100 kms de
Cádiz, desde donde salimos temprano, nuestro vehículo circula por la Autovía
381 hasta la salida nº 73 que tomamos para recorrer una carretera de servicio dirección a
Los Barrios. A unos dos kilómetros, después de una rotonda, doblamos a la
derecha. Un cartel nos indica que nos adentramos en el sendero de
Valdeinfierno. Iniciamos la aventura.
Mientras la
organización nos da una serie de consejos para la ruta, nos sobrevuela un
buitre a baja altura como queriendo marcar su territorio y advirtiéndonos que
está ahí arriba pendiente de nosotros. Es un espectáculo verlo volar con sus alas desplegadas. Planeando se pierde entre unos riscos desde donde seguro
nos observa iniciar la marcha por una pista cuesta arriba hacia un recorrido
que suponemos promete buenas sensaciones.
Una señal en el
camino nos indica que a la derecha hay un mirador. Dejamos lo que es la cañada
real de San Roque a Medina Sidonia para tomar un camino escarpado, correnteras
abajo cuando llueve. Desde el mirador hay unas vistas extraordinarias. Es
pronto en el camino para sentarse a observar la naturaleza desde esta atalaya. Nos espera
una sorpresa mejor.
Poco más abajo
tomamos a la izquierda un sendero de fila de a uno bordeando el río
Valdeinfierno por la garganta del mismo nombre. Trae poca agua y baja con
demasiado relajo interrumpido por pequeñas cascadas. El entorno verde de los
helechos, el susurro del agua y la sombra de los árboles, genera un entorno de
paz y de sosiego que sólo interrumpen nuestras palabras cuando - traviesas - se
escapan de nuestra boca para contar las impresiones del momento ó las que
traemos de casa.
Para situarnos,
citar que a nuestra derecha está la loma de Valdespero y a nuestra izquierda la
loma de la Dehesa de Ahojiz. Antaño estos montes propiciaron leña para la
fabricación del carbón. Lo podemos comprobar en el alfanje, terreno compactado
y casi sin vegetación que encontramos a pie del sendero. Desde poco antes de
este, el sendero está “urbanizado” unos 600 metros lineales como espacio adaptado para personas con discapacidad. Para ellos hay un aparcamiento
al salir de la garganta y de este bosquecillo cerca de una casa forestal junto a
una bifurcación.
Hacia arriba de este cruce se va
por la cañada real, hacia la derecha accedemos al "Corredor Verde entre Dos
Bahías", que así se llama. Por pista que pronto se convertirá en sendero. Uno de
los monitores que nos acompaña - Pedro - nos enseña una vid silvestre con uva madre,
de tiempo inmemorial. Nos cuenta que su fruto es una uva diminuta y muy sabrosa
propia para paladares exquisitos y para aquellos que aprecien el vino de su
cosecha.
Por el sendero la
vegetación se transforma. Ya casi no hay arbolado sino matorral espinoso, verde y
frondoso. El cielo - azul - está totalmente despejado y el calor aprieta. Pedro
nos dice que pronto veremos la planta carnívora que nos ha comentado hace rato.
Imaginamos una planta grande, fea, con tentáculos, como hemos visto en el cine.
La curiosidad es traviesa y despierta nuestra imaginación. Cuando nos la
muestra, nos produce cierta decepción. Es diminuta, con unas florecillas muy
bonitas. Suele vivir en terreno muy árido a pleno sol. Todos los insectos que
se le arriman forman parte de su menú. Seguimos subiendo. Pasamos por la
candela del puerto de Corchuelo. Está abierta. Este Parque es Natural, no
Nacional, conviene advertirlo porque lo controla la Administración pública, en
este caso la Junta de Andalucía, pero estas tierras son privadas y hay que
caminar por ellas previo permiso de sus propietarios.
Ganamos la cima y
nos espera otra sorpresa. La organización nos ha preparado - bajo una frondosa
arboleda - un abundante almuerzo para calmar el hambre y la sed que nos produce
el ejercicio y el calor que ya supera los 30 grados en esta mañana soleada de
principios de octubre.
Vemos una larga
pista forestal compacta, casi perfecta, que se abre cuesta abajo. Se caminará
después por vaguadas, por sierras, por escarpados recorridos rompe-piernas, por
bellos parajes, cerca de otros “canutos” y de pequeños embalses, así como de
arroyos, el río Celemín, un puente que lo cruza, y la carretera hacia Las
Lagunetas, pequeña población, de unas cuantas viviendas unifamiliares y una
Venta de bien comer donde Doña Rosa, su cocinera, calma las incomodidades del
camino con sus recetas. Pero esto es otra historia.
Las fotografías son de Pascual Rosser Limiñana y estas dos últimas de Vicente Gil.
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