viernes, 4 de octubre de 2019

por el sendero de Valdeinfierno en el parque de los Alcornocales



Un grupo de amigos nos vamos de senderismo por el Parque Natural de Los Alcornocales, en la provincia de Cádiz. Este parque tiene una extensión de 173.000 hectáreas, de las que nosotros recorreremos solo unas cuantas, imaginen lo grande que es. Se distribuye por varias sierras en donde se desarrolla el mayor alcornocal de España y uno de los más importantes del mundo. Lo forman bosques en lo que llaman “canutos”, valles profundos y estrechos escarbados por ríos y riachuelos que los surcan. Los alcornocales también se juntan con otras especies arbóreas como los quejigos, acebuches ó robles melojos. El alcornoque es un árbol de tamaño medio que se parece a la encina aunque se distingue con  facilidad de esta por su corteza gruesa, esponjosa y ligera. Con la corteza se hace corcho. Se sigue explotando en este parque con artes artesanales de la misma manera que se hacía hace cientos de años.








A unos 100 kms de Cádiz, desde donde salimos temprano, nuestro vehículo circula por la Autovía 381 hasta la salida nº 73 que tomamos para recorrer una carretera de servicio dirección a Los Barrios. A unos dos kilómetros, después de una rotonda, doblamos a la derecha. Un cartel nos indica que nos adentramos en el sendero de Valdeinfierno. Iniciamos la aventura.

Mientras la organización nos da una serie de consejos para la ruta, nos sobrevuela un buitre a baja altura como queriendo marcar su territorio y advirtiéndonos que está ahí arriba pendiente de nosotros. Es un espectáculo verlo volar con sus alas desplegadas. Planeando se pierde entre unos riscos desde donde seguro nos observa iniciar la marcha por una pista cuesta arriba hacia un recorrido que suponemos promete buenas sensaciones.

Una señal en el camino nos indica que a la derecha hay un mirador. Dejamos lo que es la cañada real de San Roque a Medina Sidonia para tomar un camino escarpado, correnteras abajo cuando llueve. Desde el mirador hay unas vistas extraordinarias. Es pronto en el camino para sentarse a observar la naturaleza desde esta atalaya. Nos espera una sorpresa mejor.


Poco más abajo tomamos a la izquierda un sendero de fila de a uno bordeando el río Valdeinfierno por la garganta del mismo nombre. Trae poca agua y baja con demasiado relajo interrumpido por pequeñas cascadas. El entorno verde de los helechos, el susurro del agua y la sombra de los árboles, genera un entorno de paz y de sosiego que sólo interrumpen nuestras palabras cuando - traviesas - se escapan de nuestra boca para contar las impresiones del momento ó las que traemos de casa.


Para situarnos, citar que a nuestra derecha está la loma de Valdespero y a nuestra izquierda la loma de la Dehesa de Ahojiz. Antaño estos montes propiciaron leña para la fabricación del carbón. Lo podemos comprobar en el alfanje, terreno compactado y casi sin vegetación que encontramos a pie del sendero. Desde poco antes de este, el sendero está “urbanizado” unos 600 metros lineales como espacio adaptado para personas con discapacidad. Para ellos hay un aparcamiento al salir de la garganta y de este bosquecillo cerca de una casa forestal junto a una bifurcación.


Hacia arriba de este cruce se va por la cañada real, hacia la derecha accedemos al "Corredor Verde entre Dos Bahías", que así se llama. Por pista que pronto se convertirá en sendero. Uno de los monitores que nos acompaña - Pedro - nos enseña una vid silvestre con uva madre, de tiempo inmemorial. Nos cuenta que su fruto es una uva diminuta y muy sabrosa propia para paladares exquisitos y para aquellos que aprecien el vino de su cosecha.

Por el sendero la vegetación se transforma. Ya casi no hay arbolado sino matorral espinoso, verde y frondoso. El cielo - azul - está totalmente despejado y el calor aprieta. Pedro nos dice que pronto veremos la planta carnívora que nos ha comentado hace rato. Imaginamos una planta grande, fea, con tentáculos, como hemos visto en el cine. La curiosidad es traviesa y despierta nuestra imaginación. Cuando nos la muestra, nos produce cierta decepción. Es diminuta, con unas florecillas muy bonitas. Suele vivir en terreno muy árido a pleno sol. Todos los insectos que se le arriman forman parte de su menú. Seguimos subiendo. Pasamos por la candela del puerto de Corchuelo. Está abierta. Este Parque es Natural, no Nacional, conviene advertirlo porque lo controla la Administración pública, en este caso la Junta de Andalucía, pero estas tierras son privadas y hay que caminar por ellas previo permiso de sus propietarios.


Ganamos la cima y nos espera otra sorpresa. La organización nos ha preparado - bajo una frondosa arboleda - un abundante almuerzo para calmar el hambre y la sed que nos produce el ejercicio y el calor que ya supera los 30 grados en esta mañana soleada de principios de octubre.



Vemos una larga pista forestal compacta, casi perfecta, que se abre cuesta abajo. Se caminará después por vaguadas, por sierras, por escarpados recorridos rompe-piernas, por bellos parajes, cerca de otros “canutos” y de pequeños embalses, así como de arroyos, el río Celemín, un puente que lo cruza, y la carretera hacia Las Lagunetas, pequeña población, de unas cuantas viviendas unifamiliares y una Venta de bien comer donde Doña Rosa, su cocinera, calma las incomodidades del camino con sus recetas. Pero esto es otra historia.




Las fotografías son de Pascual Rosser Limiñana y estas dos últimas de Vicente Gil. 

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