Todas las ciudades
con muchos siglos desde su fundación tienen un montón de historias y leyendas,
unas pacíficas, otras bélicas, y la mayoría del acontecer cotidiano con
protagonistas anónimos. Cádiz, ciudad trimlienaria, no iba a ser una excepción.
Las tiene y, algunas, muy curiosas. Vean.
¿Saben la de los
niños, esos que recorrieron Cádiz por galerías bajo tierra y que dicen que
vieron pero no sabían lo que realmente habían visto aunque creyeron que todos
vieron lo mismo. No les hago esperar más, permitan que se lo cuente. Dice así,
más o menos, que un grupo de niños traviesos y curiosos - ¿quién no lo ha sido a esa edad?
- quisieron investigar y se metieron por unos pasajes subterráneos bajo la
ciudad. No se dieron cuenta que entre tanto ida y venida, tanto quiebro y
requiebro, en realidad estaban recorriendo un laberinto. Y se perdieron. En la
ciudad se dio la voz de alarma por su desaparición. Todas las conjeturas sobre
que les había pasado eran buenas según quien las dijera o las exagerara. Cuando
habían perdido toda esperanza de volverlos a ver después de tres días de su desaparición, aparecieron. Ni ellos
supieron decir como se habían salvado de las entrañas de la ciudad. Si que
coincidían todos que habían visto unos moros jugando a las cartas en una
habitación muy oscura. Nadie les creyó. Lo que sí se hizo es cerrar todos los
accesos a esas galerías subterráneas. Pasados los años, unos ciudadanos amantes
de lo desconocido recorrieron esos pasadizos subterráneos. No encontraron ni tesoros ni misterios. Eso
sí, bajo una cripta encontraron doce estatuas de mármol de los 12 apóstoles
reunidos en una mesa entorno a Jesús y no estaban jugando a las cartas sino
compartiendo el pan y el vino. Aquellos niños dijeron casi la verdad. El miedo
y la oscuridad no les dejó más que ver unas figuras entre la penumbra.
Cádiz tiene un
barrio llamado del "Populo", el más antiguo de Europa. Es un recinto
medieval cerrado por murallas - hoy más por las paredes de sus casas - al que
se accede por puertas con arco. De los tres, entramos por el de La Rosa (los
otros dos se llaman de Los Blancos y de El Pópulo). Hay dos sorpresas
arquitectónicas que destacan entre ese amasijo de casas bajas. Su teatro
romano, descubierto en 1980, del que están muy orgullosos, y no es para menos.
Y la casa palacio del Almirante Diego de Barrio - que hizo fortuna en las
Indias - situado en la plazuela de San Martin: en su planta baja tenía el almacén con
productos de ultramar que comercializaba con sus barcos entre las costas de
allá y de acá; el primer y segundo piso lo dedicaban a vivienda y la torre es
desde donde hacía señales a sus buques con espejos o banderas para bajar o no
las mercancías a tierra en función de los precios. Listillos los ha habido
siempre. Tiene una portada barroca que bien merece una restauración de limpieza
y consolidación. Desde hace un tiempo no lejano se rumoreó que lo iban a
convertir en un hotel de lujo. El inmueble lo merece.
Dejamos el barrio
del Pópulo por donde entramos para volver a la plaza de la Catedral. Este
templo religioso se construyó despaldas al mar durante poco más de un siglo, nada menos, por
problemas de liquidez. Por esto su mezcla de estilos. Nació Barroca y terminó
Neoclásica.
Ya ven, Cádiz es
diferente, no podemos negarlo. Es la ciudad más antigua de Europa. Es una isla
separada de la península Ibérica por el Caño de Santi Petri que atraviesa las
marismas. Cadiz demostró al mundo que Nelson era vencible evitando la conquista
de la ciudad por su Armada (1797), y tanto lo era que perdió la vida en su
bahía en la batalla de Trafalgar (1805), claro que recibieron su cadáver en Inglaterra
como a un héroe. En Cádiz nació el constitucionalismo español con la Pepa, la
Constitución de 1812 también llamada la Constitución Política de la Monarquía
española. Cádiz tiene los mejores carnavales de Europa al unísono que los de
Venecia o eso dicen los aldeanos que lo tienen muy creído. Cadiz es especial y
por eso es llamada " la tacita de plata" por su geografía y por el
color que refleja el sol sobre sus casas y monumentos.
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