El rey Juan Carlos I de España, protagonista de la historia de España.
Un protagonismo que los españoles estaremos siempre profundamente agradecidos.
Pasar de la dictadura a la democracia sin derramamiento de sangre (salvo los actos de terrorismo por una u otra ideología), en un acto social trascendental de cambio de régimen. De la ley, a la ley, a través de la ley. Sin
revanchismo con el pasado, mirando al presente y al futuro con entusiasmo.
Estos días celebramos en España 40 años de la Constitución española de
1978 aprobada en referendum por el pueblo español el 6 de diciembre de ese año.
Es grato tirar de hemeroteca y ver el entusiasmo con que el pueblo español acudió a las urnas en libertad para votar una Constitución que ha
marcado los últimos cuarenta años y seguro que marcará los años venideros. Es
también aconsejable leer el Diario de Sesiones cuando el rey Juan Carlos I
sancionó la Constitución ante las Cortes españolas el 27 de diciembre de 1978.
En un acto solemne como aquel se contenía la emoción, no por el miedo,
sino por la ilusión. Las miradas de júbilo se centraban en una persona, el rey
Juan Carlos I. No cabía dentro de sí por su alegría, aunque hubiera cedido sus
poderes absolutos para que “la soberanía nacional resida en el pueblo español,
del que emanan los poderes del Estado” que manifiesta el artículo 1 de esta
Constitución en su punto número dos.
Ante un silencio sepulcral, Antonio Hernández Gil, Presidente de las
Cortes, empezó diciendo en su discurso previo a la Sanción de la Constitución
por el Rey Juan Carlos: “Vais a
proceder, Majestad, a la firma de un importante documento político y
legislativo. La crónica del acontecimiento irrumpe convertida ya en historia.
El momento es emocionante y solemne desde sus preliminares. La emoción supera,
incluso, a la solemnidad. … Nos reúne un deseo vivamente compartido. Su
Majestad el Rey y las Cortes han querido que la Constitución, elaborada toda
ella en el Parlamento, obtenga de él, en este emiciclo, la sanción que la erige
en norma de conducta. Hay una recíproca voluntad de encuentro. La Monarquía,
que no dudó en promover el tránsito del pueblo hacia la democracia, recibe de
ella esta proclamación legitimadora; y, correlativamente, la democracia en
cuanto ha dado lugar a un Estado de Derecho, recibe, a través de él, la
configuración política de la Monarquía parlamentaria”.
La firma de la Constitución de 1978 por el Rey Juan Carlos fue
acompañada por una fuerte ovación con los “aplausos respetuosos y prolongados
de la gran mayoría de los Diputados y Senadores puestos en pie, como así mismo
las personalidades y público que ocupaban las tribunas”, en expresión del
Diario de Sesiones de las Cortes.
Cuando cesaron los aplausos, el Rey inició su
discurso diciendo que “... como expresión de los momentos históricos que
estamos viviendo, y cuando acabo de sancionar, como Rey de España, la
Constitución aprobada por las Cortes y ratificada por el pueblo español, quiero
que mis palabras, breves y sencillas, sean ante todo de agradecimiento hacia
los miembros y Grupos de estas Cámaras que han elaborado la norma fundamental
por la que ha de regirse nuestra convivencia democrática”, añadiendo más
adelante que “con la Constitución se recoge la aspiración de la Corona, de que
la voluntad de nuestro pueblo quedara rotundamente expresada. Y, en
consecuencia, al ser una Constitución de todos y para todos, es también la
Constitución del Rey de todos los españoles”.
El Rey continuó diciendo que “Si yo en el mismo instante de ser
proclamado Rey, señalé mi propósito de considerarme el primero de los
españoles a la hora de lograr un futuro basado en una efectiva concordia
nacional, hoy no puedo dejar de hacer patente mi satisfacción al comprobar cómo
todos han sabido armonizar sus respectivos proyectos para que se hiciera
posible el entendimiento básico entre los diferentes sectores políticos del
país·.
Resaltando que “Pienso que este hecho constituye el mejor aval para que
España inicie un nuevo periodo de grandeza”.
El Rey continuó con su discurso diciendo que “El día de mi proclamación
tuve la ocasión de decir que el Rey es el primer español obligado a cumplir con
su deber. Por esto, repito ahora que todo mi tiempo y todas las acciones de mi
voluntad estarían dirigidas a ese honroso deber, que es el servicio de mi
Patria”.
El discurso del Rey “fue larga y clamorosamente aplaudido por la gran
mayoría de los presentes, puestos en pie”, según se recoge en el Diario de
Sesiones de las Cortes de ese día.
Un gran acontecimiento que, con el 6 de diciembre, es justo de recordar y de
mostrar estas fechas a las generaciones venideras, para que vean cómo se llegó con
generosidad de todos a un amplio consenso entre personas de diferente ideología
enfrentados dialecticamente en sus convicciones pero unidos por el sentido
común y la altura de miras para, juntos, emprender el camino de la democracia
española. Entre ellos, Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo,
Manuel Fraga, Miquel Roca, ... Una generación de estadistas sin parangón en la historia de España.
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