Callejeando por la monumental Salamanca, admiramos sus edificios de noble fábrica, Patrimonio de la Humanidad con el resto de su casco antiguo. No es para menos. Sus muros enseñan maravillas y guardan mucha historia. La piedra esculpida de sus fachadas, de sus claustros, tienen voz propia en imágenes que llaman nuestra atención.
Los salmantinos que
nos acompañan nos animan a buscar al astronauta de la catedral. Sin embargo,
ese día la calle bullía de rumores y se comentaba por todos lados una inminente
dimisión de otro astronauta, el ministro del Gobierno, que aún no se había
producido.
En política no sólo
hay que ser honrado sino también hay que parecerlo. Parece obvio. El astronauta
del Gobierno montó una sociedad instrumental con el que compró un chalet de
lujo en Jávea y con ella presuntamente se libró de la aplicación de varios
impuestos. Esto es lo que parece, aún más después de sus declaraciones y de la
posterior rectificación de estas. La ingenuidad del astronauta llena de dudas
sus manifestaciones y hacen pensar que sigue en la luna. Y su jefe también pone
en duda su propia palabra. Vean. Tirando de hemeroteca sabemos que Sánchez dijo
que “si yo tengo en la ejecutiva federal de mi partido a un responsable
político que crea una sociedad interpuesta para pagar la mitad de los impuestos
que le toca pagar, al día siguiente estaría fuera de mi ejecutiva”. Opinen
ustedes mismos. Cuando el PSOE puso el listón de la ética tan alto, es para
cumplirlo. Cuando una medida es ejemplar en su inicio, luego se viene en contra
si no se cumple. En este caso, no se puede dar la callada por respuesta porque
el efecto es tan negativo que se pierde toda credibilidad. Los políticos suelen
decir medias verdades para adornar sus manifestaciones con ilusiones. Pero no
se puede afirmar con rotundidad una cosa y después hacer lo contrario.
Si los sillares
hablaran … Las piedras de las iglesias y catedrales de España y del mundo
hablan por sí solas, narran la obra de Dios, cuentan los hechos de los
apóstoles, las enseñanzas de Jesús, muestran consejos, avisan de peligros, ....
Y todas están llenas de sorpresas y de misterios.
Frente a la puerta
de la entrada norte de la catedral nueva de Salamanca nos invitan a buscar al
astronauta. Imaginamos que es un truco para observar con detalle la piedra
esculpida, este bello conjunto de imágenes. Y si lo fuera aciertan, porque
buscando al astronauta que está cerca de un dragón que está comiendo un helado,
casi nada, nos fijamos con detalle de la maravilla que tenemos delante.
Al ver al
astronauta mirándonos de frente imaginamos que lo de los extraterrestres no
sólo es fruto de las películas de Hollywood. Y nos preguntamos qué debieron
pensar aquellos ciudadanos de hace más de cinco siglos al ver a semejante ser
con esa indumentaria tan rara, vestido con ese sombrero tan especial que
envolvía toda la cabeza y se veía la cara del desconocido a través de un
cristal. Debió de producirse una gran impresión. ¿Se imaginan?.
La catedral nueva
de Salamanca es del siglo XV. Esculpiendo la piedra los canteros de antaño
solían dejar su firma con las letras iniciales de su nombre y apellido ó una
figura que los definiera y los situara en el tiempo de cuando se había hecho
esa figura. En 1992 esta puerta, que estaba muy deteriorada, recibió una gran restauración,
recuperando la grandeza de sus pliegues, el detalle de sus figuras. Y algunas
cosas más que no se entienden en la mentalidad de ahora. En pleno siglo XXI a
nadie se le ocurriría añadir una escultura, un relieve, una nueva imagen en la
puerta de un monumento antiguo tan venerado por su excelencia. Y es lo que
pasó. El cantero de entonces dejó su huella y esculpió una figura para tapar un
hueco que había quedado huérfano sin saber lo que había con anterioridad. Y
puso un astronauta y, cerca, a un dragón que se está comiendo un helado.
Ya ven cómo las
gastan unos y cómo las callan otros.
Este artículo ha sido escrito con anterioridad en mi columna de opinión del periódico Alicante Press
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