la primera olleta de blat de este curso … en Beniardá.

 

Después del verano. Después de las primeras semanas de otoño. Después de excursiones a otras latitudes. Esta mañana dominical (por ayer) salimos a la montaña. El recuerdo del sabor del contenido de las ollas de los fogones del restaurante La Mezquita es un buen reclamo para elegir donde comemos hoy. Entre otras viandas, la primera olleta de blat de este curso … en Beniardá.

Tranquilo y bello pueblo del valle de Guadalest, cerca del embalse del mismo nombre. En la provincia de Alicante, en la Comarca de la Marina Baja, en la Comunidad Valenciana (España). Antigua alquería musulmana, desde la ocupación cristiana ha mantenido su estructura medieval de calles estrechas, viviendas unifamiliares con un solo piso y tejados a dos aguas con teja árabe. Desde 1637 es municipio propio, cuando se independizó del cercano pueblo de Guadalest.

Beniardá

Días como este, cuando las nubes bajas, algodonosas, invaden las cimas de las montañas y se deslizan por sus laderas. Días en los que llueve despacio. Días de otoño, frescos pero no helados. Días así apetece comer platos de cuchara. Y en este pueblo, también en esta Comarca, es la olleta de blat la protagonista de la buena mesa donde el trigo se baña entre garbanzos, cebollas, cardos, tomate y carne de cerdo. Con mucho cariño y mucho tiempo, porque tiene que cocer a fuego lento durante horas. Exquisito. Comemos otros platos, otras recetas, que se posan sobre el mantel de nuestra mesa para degustarlos. Embutido de la tierra. Crepes de verdura. Albóndigas. Croquetas de bacalao. Flan casero. Y mistela de los alrededores.

Después de comer recorremos calles del pueblo. Bautizadas con nombres como San Francisco, San Juan, San Joaquín, ... También, la plaza de la Constitución, del Ayuntamiento y la calle Mayor. Sigue lloviznando. Sus gotas, que nos caen por la cara, nos ayudan a sobrellevar el sueñecito que te entra después de comer. En el balcón del Ayuntamiento, la bandera de España y de la localidad, ondean al aire. En la plaza, una fuente con tres caños, junto a la iglesia de San Juan Bautista (del s.XVI). Las calles están tranquilas. Sus habitantes se refugian en sus casas, junto a la chimenea por donde humea el calor de su lumbre. Oímos el fuerte sonido del agua que corre. Bajo nuestros pies, por acequias subterráneas, cuesta abajo camino del embalse.

 

Caminando, el verdor de unos chopos llama nuestra atención. Vamos por el camino de la font vella (fuente vieja). La fuente, de cuatro chorros, con abundante agua. Junto a ella, el antiguo lavadero, donde antes se lavaba la ropa. Se inventó la lavadora y las mujeres se olvidaron del lavadero para convertirlo en un recuerdo. En mobiliario urbano para muchos. Pero no olvidan que entre sus entrañas, bajo sus vigas de madera, sus abuelas, quizá también sus madres, se contaron muchas cosas de sus vidas, de sus hijos, de sus sueños. Palabras que se las llevó el viento, como hoy se lleva el sonido de nuestros pasos. Esta brisa que arranca de las ramas las hojas más débiles que ya se han mudado con los colores de otoño. Pisamos bajo nuestros pies una alfombra amarilla, anaranjada, ocre, en el área recreativa. Junto a un algarrobo centenario, una mesa con asientos, un tobogán y unos caballitos, donde los niños dejan pasar su tiempo. Tiempo que también pasa para nosotros y nos recuerda que hay que volver.

  

 

 

Web del Ayuntamiento de Beniardá: http://www.beniarda.es/