domingo, 20 de septiembre de 2009

la isla de Benidorm desde Campello

 

Hace una tarde estupenda para salir a navegar. Desde el Club Náutico de Campello. El mar está en calma, aunque un poco rizado mar a dentro.  Por la hospitalidad de Paco, el Patrón del Cuscanelles (cosquillas, en valenciano). De tripulantes, nuestra familias y nuestros hijos. También nos acompaña el Capitán Antón.

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Las olas no rompen, moldean el mar. Lo ondulan. Y el Cuscanelles las sortea, las sube, las baja. Navega sobre su lomo. Mientras el mar nos susurra aventuras de ayer y de hoy, los niños en la proa disfrutan de la travesía.

Desde cubierta vemos las montañas. Aitana, el Puig Campana, Bernia, … Dibujan el horizonte. El azul de su tierra contrasta con el azul del mar y del cielo.

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Nos acercamos a la isla. Se perfila por la proa, frente a la Sierra Helada. Frente a las playas de Benidorm. En su arena, en sus orillas, bañistas disfrutan de sus aguas transparentes. Casi hormigas. Puntitos de colores, como de colores son sus bañadores.

Otros barcos. Yates. Veleros. Amarrados a las boyas varadas para las embarcaciones de recreo que se acercan a la isla. No hay embarcadero. En tierra firme, un restaurante. Es la única edificación de la isla, a excepción de un pequeño faro que con su luz señaliza la isla por la noche y con su haz luminoso avisa a los navegantes de su existencia. Refugio de aves, sobre todo gaviotas y cormoranes. Como lo fue de piratas que asolaron estas costas hace algunos siglos.

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Estamos a unos cincuenta metros del fondo. El agua está oscura, pero transparente en los primeros metros. Cuando nos bañamos nuestras piernas parecen que flotan en la inmensidad del mar. Nadamos en los alrededores del Cuscanelles, en un agua fresca pero agradable.

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En cubierta cambiamos impresiones después del baño mientras oímos las risas de los niños. Para ellos, para nosotros, está siendo una tarde extraordinaria. Pero hay que volver. La tarde se apaga, la luz se enturbia, la luna está ya presente en el cielo. Volvemos como lo hacen otros barcos. Mientras regresamos, la puesta de sol va coloreando de dorado todos los contornos de la costa. ¡Desde el mar es impresionante!.

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