Entre los campos dorados de
La Mancha toledana, en plena comarca de la Mesa de Ocaña, se alza un pueblo que
guarda siglos de historia entre sus calles empedradas, iglesias majestuosas y
casonas señoriales: Yepes. Puede que no sea uno de los nombres más conocidos
del turismo de interior, pero precisamente ahí reside su encanto: descubrir
Yepes es adentrarse en un lugar donde el tiempo parece haberse detenido, y
donde la monumentalidad habla por sí sola. Mi mujer y yo fuimos invitados por
unos amigos y la verdad que fue un verdadero descubrimiento.
Yepes no es un pueblo
cualquiera. Su historia se remonta a tiempos prerromanos, pero es en la Edad
Media cuando se convierte en una localidad estratégica, al pasar a manos del
Arzobispado de Toledo. Ese vínculo con la Iglesia se nota en cada rincón, especialmente
en la arquitectura religiosa que marca su silueta. Y en el Renacimiento, la
villa vivió su máximo esplendor, dejando un legado artístico y urbano que
todavía impresiona a quienes la visitan.
Si hay un edificio que define
a Yepes, ese es la Colegiata de San Benito Abad. Majestuosa, elegante y cargada
de historia, es considerada una de las joyas renacentistas de Castilla-La
Mancha. Diseñada por Alonso de Covarrubias, uno de los grandes arquitectos del
siglo XVI, su fachada y su interior son un viaje a lo mejor del arte toledano.
Entrar en ella impone, emociona y despierta la curiosidad por lo que fue Yepes
en su época dorada. Sus naves, de altas columnas, llaman la atención.
Su retablo mayor detrás del altar
en la nave principal es el broche de oro a todo el templo. Es de estructura
clásica. En él hay seis lienzos de gran tamaño sobre la vida de Cristo: la
adoración de los pastores, la adoración de los Reyes, la flagelación, el camino
del calvario, la Resurrección y la Ascensión; y otros de pequeño tamaño; y
otros de pequeño tamaño con imágenes de santos, obras del mejor discípulo de El
Greco, Luís Tristán, fechados en 1616.
El casco histórico conserva
parte de las murallas y puertas medievales de acceso a la población, y pasear
por sus calles es descubrir una villa llena de secretos: plazas porticadas,
escudos nobiliarios, hospitales antiguos como el de San Nicolás o conventos
como el de San José. Tuvo cuatro conventos y un monasterio, nada menos. Cada
rincón tiene una historia, cada piedra una leyenda.
Conviene destacar su plaza
porticada de forma rectangular donde se desarrollan desde antaño celebraciones
y espectáculos. Hay tres inmuebles que la definen, además de sus pasos
porticados con dinteles y arcos de medio punto, según el edificio que soportan.
Ya verá. La preside el actual centro de poder, el Ayuntamiento, frente a la
Colegiata. En uno de sus lados hay un edificio largo que fue el Palacio del arzobispo
toledano Alfonso Carrillo de Acuña. En él este arzobispo falsificó la bula
papal que permitió el matrimonio entre los Reyes Católicos Isabel I de Castilla
y Fernando II de Aragón. Posteriormente los Reyes Católicos consiguieron la
bula papal oficial, eran tiempos convulsos y no podían esperar a la buena. En
el siglo XVIII se reformó para hacer 19 viviendas añadiendo balcones y áticos abuhardillados.
Después de caminar por el pueblo,
nos sentamos en la terraza de un bar junto a algunos de los arcos de este
palacio, para tomarnos un aperitivo antes de la ir a comer a un restaurante singular,
en seguida se lo cuento.
Destaca también en Yepes el
rollo donde en siglo XV exponían y ajusticiaban a los delincuentes. No se
encuentra hoy en la ubicación original, sino extramuros frente a la puerta porticada
de Ocaña, puesto en valor junto a un jardín. Es de estilo gótico y está adornado
con perlas isabelinas.
Yepes es también tradición,
cultura viva y sabor. Sus celebraciones religiosas, como la Semana Santa, son
muy reconocidas en la provincia. Y su gastronomía, con los productos manchegos
como protagonistas, hace las delicias de los visitantes. Además, su entorno
forma parte del imaginario cervantino, y algunos estudiosos lo relacionan
incluso con el paisaje de Don Quijote.
No me olvido, le cuento ahora
nuestro destino gastronómico que elegimos en esta localidad. Se ubica en lo que
fue la casa nobiliaria de D, Pedro Flores de la Oliva, que pertenecía al Santo
Oficio. Se construyó en el siglo XVI. Está en la calle Calvo Sotelo. Toda la
casa se organiza alrededor de un patio central. Lo que eran habitaciones hoy
son salones comedor cada uno con su personalidad. El restaurante se llama La Casa Grande, “donde
la tradición y la cocina se encuentran” y donde disfrutamos de sus viandas.
Visitar Yepes es una experiencia que combina belleza monumental, historia profunda y autenticidad. Es uno de esos pueblos que no salen en todas las guías, pero que, una vez lo conoces, se queda en la memoria.
Si te gusta el turismo rural
con alma, si disfrutas de los pueblos que cuentan su historia sin alzar la voz,
Yepes te espera. Ponte calzado cómodo, prepara tu cámara y déjate llevar por el
encanto de este rincón toledano.
Este es el enlace de la web de su Ayuntamiento
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