Un instagramen me llamó la atención
con uno de sus vídeos editado por Turismo de la Comunitat Valenciana. Me apunté - para una
futura visita - el pueblo que narraba en sus imágenes: Senija, en el
valle del Pop por el que hacía tiempo que no recorríamos, aficionados como somos en casa en buscar en estos terruños un poco de sosiego del devenir cotidiano y cargar las
pilas para empezar una nueva semana. Y así fue, a finales del año pasado, muy
cerca del día de Navidad, fuimos a visitarlo en una mañana dominical. De aquellas sensaciones, ahí va
mi relato y, si le gusta como espero, apúntelo en su agenda para visitarlo.
Si está buscando una
escapada tranquila, auténtica y con mucho encanto en la provincia de Alicante,
Senija le va a sorprender. Este pequeño pueblo está escondido entre viñedos,
almendros, olivos, y montañas en el hermoso Vall del Pop, a muy pocos kilómetros de
Benissa. Pero lo que realmente hace especial a Senija no es solo su entorno
natural, sino el arte que se respira por sus calles. En breve se lo cuento.
Senija conserva el sabor de
la vida tranquila. Su origen morisco se percibe aún en el trazado de sus
calles. Entre sus monumentos destaca la iglesia parroquial de Santa Catalina
Mártir (siglo XVIII), que preside con elegancia el centro del pueblo. No muy
lejos, en la huerta, antiguos riurau, cuidadosamente restaurados, recuerdan el pasado
agrícola de esta población.
Gracias al proyecto
"Museu Obert de Senija" (MOS), muchas de sus fachadas lucen grandes murales
pintados por artistas nacionales e internacionales. Pasear por Senija es como
adentrarse en una galería de arte al aire libre. Cada mural cuenta una historia,
refleja las raíces del pueblo o lanza un mensaje contemporáneo que te invita a
mirar con otros ojos.
Ya sólo a la entrada nos encontramos con un gran mural. No está pintado en un solo lienzo,
sino en varios por lo que ha de buscar el ángulo perfecto para que salga alineada la
rueda delantera de la bicicleta, haciendo homenaje con este dibujo a los
muchos ciclistas que atraviesan esta población en sus entrenamientos por este valle y por las sinuosas carreteras de las montañas cercanas. Hay más
murales en otras fachadas de casas, le invito a que los descubra usted mismo.
Cada año se hace un concurso y se elige uno de los murales presentados que se pintará
después en una de las fachadas del pueblo.
Pero Senija no es solo arte.
También es buena comida. Si va, pruebe su putxero amb pilotes (un
cocido con pelotas de carne típico de la zona) o su arròs al forn (arroz al
horno) o sus embutidos artesanos. Puedes comer bien y a gusto en locales como
el restaurante Casa Manolo donde aún se cocina como en casa y se atiende
como a un amigo. Ese día disfrutamos de su menú “els sabors de Senija” (los sabores
de Senija).
Y después de comer, un buen
plan puede ser perderse por sus callejuelas, respirar la tranquilidad, disfrutar de
las vistas al valle y sentir la paz de un pueblo que ha sabido conservar su
alma.
Senija es pequeño, sí. Pero
grande en historia, sabor, arte y hospitalidad. Una joya rural por descubrir
Esta es la web de su Ayuntamiento
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