Volvimos a Tabarca, nos
produce una atracción especial, además de ser una pequeña joya en el Mediterráneo
y la única habitable de la Comunidad Valenciana, de la que podemos disfrutar a
menudo.
Y así fue. Vivimos uno de
esos días que se quedan grabados en la memoria. Fondeados frente a la isla de
Tabarca, con amigos, con el azul del Mediterráneo y el sol de agosto, disfrutamos
mucho. Tabarca, con su encanto inconfundible, nos volvió a regalar una jornada
perfecta. Poco antes de acercarnos a su bahía, a la altura del cabo de Santa
Pola, vimos el lomo de una ballena que navegaba cerca de nuestra embarcación, aunque
lo suficientemente alejada para no ser un peligro. En cambio, fue una sorpresa agradable.
Mi mujer la vio primero y nos llamó a todos la atención.
Frente a la isla, fondeados,
las aguas de su reserva marina, como siempre, son cristalinas, tan claras que podíamos ver los
pececillos nadando tranquilos a nuestro alrededor mientras nos bañábamos. Y el
bosque de posidonias en el fondo marino. A veces, una estrella de mar se dejaba
ver antes de desaparecer bajo una roca.
El simple gesto de tirarse al
agua desde la popa de la embarcación y sentir esa sensación de libertad tan sana, es un pequeño
lujo del verano. La isla, vigilante y serena, se alza a pocos metros, con sus
murallas firmes recordándonos que estamos ante un rincón único del patrimonio
mediterráneo.
Tabarca es un paraíso natural,
pero también es un lugar cargado de historia. Su núcleo urbano, buena parte rodeado
de recias murallas, conserva la esencia de un pasado de corsarios, piratas y escaramuzas
navales, y eso la convierte en una joya monumental en medio del mar.
A bordo, el ambiente no pudo
ser mejor. Las risas, la charla, el buen humor y una fideuà deliciosa — traída
desde tierra firme en zodiac por el restaurante Gloria — completaron la
experiencia. Comida sencilla, pero con sabor a verano, a encuentro, a
Mediterráneo.
Tabarca, tan cercana y
especial, sigue siendo ese destino que, verano tras verano, nos llama, nos
atrapa y nos hace volver. Porque no hay nada como vivir el verano entre amigos,
con el mar como escenario y la isla como testigo.
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