Este 2025 conmemoramos el 150
aniversario del nacimiento de uno de los poetas más queridos y trascendentes de
la literatura española: Antonio Machado 26 julio 1875). Nació en Sevilla, pero su voz poética ha
recorrido toda España —y más allá— dejando una huella imborrable en la
conciencia colectiva, como esas “estelas en la mar” de su inolvidable poema
Caminante, no hay camino.
Machado fue un poeta de la
palabra, y del alma. Supo captar como pocos la belleza austera de Castilla, el
dolor por la pérdida, la nostalgia de la infancia, y la esperanza de una España
mejor. En sus versos habita la verdad sencilla y profunda, la emoción contenida
y la reflexión que nunca caduca.
Entre sus poemas más
recordados está *Retrato”, una verdadera declaración de identidad:
*Mi infancia son recuerdos de
un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde
madura el limonero;
mi juventud, veinte años en
tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos
que recordar no quiero.*
O el conmovedor “A un olmo
seco”, símbolo de esperanza en medio de la decrepitud:
*Al olmo viejo, hendido por
el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el
sol de mayo
algunas hojas verdes le han
salido...*
Y por supuesto, su más universal: “Caminante, no hay camino”, una invitación a vivir con autenticidad y valentía:
*Caminante, son tus
huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay
camino,
se hace camino al andar.
Machado escribió también
desde el amor más puro y desde el dolor más hondo. Cuando perdió a su joven
esposa Leonor, escribió:
*Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Hoy, recordar a Machado es
hacer memoria de un hombre humilde, maestro y soñador. Murió en el exilio, en
Collioure, con un último verso en el bolsillo:
“Estos días azules y este sol
de la infancia.”
Volver a leer a Machado es volver a mirarnos por dentro. Porque él escribió para todos, para siempre.
En este otro artículo escribo sobre Antonio Machado y la Ruta Machadiana
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