Es día de mercado. Bueno, para ser más exacto, de mercadillo. El primer domingo de cada mes, salvo en verano, que en julio y agosto, se realiza los sábados por la noche (en enero, que no hay). Mercadillo de artesanía, antigüedades y algo más. Porque nunca falta el puesto de las plantas con sus macetitas con aromáticas: lavanda, hierba buena, tomillo, romero, prebeya, … Y se nota el mercadillo por el tumulto, por el rumor, por el gentío en la calle Mayor de Aigues. La arteria principal del pueblo. Una caja de ahorros, el nuevo Ayuntamiento, bares, un restaurante, la carnicería, la iglesia y su plaza. Es el corazón de esta tranquila localidad. Porque Aigues es un pueblo tan cercano de la ciudad de Alicante que es cómodo ir a dar un paseo, a cambiar de aires. Para disfrutar de su gastronomía y sus costumbres. Para vivir sin pisas.
Callejeando por Aigues me encuentro con caras conocidas. Con buenos amigos. Nos acercamos mis hijos y yo a la plaza de la Iglesia. Y aunque es domingo el ruido que de ella viene no es por ser una fiesta religiosa. Un grupo de moteros han aparcado sus motos en la plaza. Y han hecho corro. Porque no son unas motos cualquiera. Los aficionados a estos vehículos hacen culto a esta marca y a esta moto. Con su ruido característico. Con su manera elegante de conducirlas. De acariciar el asfalto. Señores de la carretera, las Harley Davison.
Siempre que voy a Aigues me agrada pasar por La Taberna. Un antiguo colmado convertido en bar restaurante. Un lugar de encuentro con personalidad propia. Donde Arturo, su dueño, siempre me recibe con una sonrisa, buenas maneras y unas tapas … para chuparse los dedos. Me encuentro con Fernando, amigo senderista. Una gran persona. Casi siempre es el que cierra las marchas senderistas. Charlamos. Hablamos de las Jornadas de Convivencia que nuestra Asociación de Caminantes de Aigues ha organizado para el domingo 10 de mayo. Y del calor que hace ya para salir a caminar a ciertas horas del día. Y es que andar por senderos con el fresco del otoño ó del invierno es más saludable que los calores de ahora ó del verano.
La Taberna de Aigues
callejeando por Aigues
Se acerca la hora de comer. Vamos a la casa de Beatriz, mi cuñada, que se ha comprado en este pueblo. José nos ha preparado una fidegua. En familia. Una ensalada con salazón de la tierra. Fruta del tiempo (como dicen en los restaurantes). Desde la terraza de la casa vemos el Puig Campana, la Sierra Aitana, el Barranco de Aigues, el Morret de los Moros. Después de una larga tertulia … echamos unas cometas con mis hijos. No hace mucho viento pero la brisa que hay es suficiente para que mis hijos pasen un buen rato y nosotros también. El Pato Donald y Los Increíbles vuelan cogidos por un hilo a las manos de Myriam y de Carlos. Vuelan bajo, pero vuelan.
El Puig Campana al fondo
las fotos nº 6, 8 y 9 son de mi hija Myriam, hechas con mi cámara. Su encuadre promete.
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