sábado, 7 de marzo de 2009

Icaro

Desde las aguas emerge un hombre. Alto, robusto, fuerte. Parece que lleva una tabla bajo su brazo izquierdo. A los pies de los escalones del Muelle de la Reina, en el puerto de Alicante.

Donde antes amarraban grandes buques. Por donde antaño se entraba a la ciudad desde el mar. Hoy una estatua andando sobre las aguas saladas. Con paso firme, orgulloso. Mirándonos. Multitud de visitantes y vecinos de Alicante pasan frente a él. Y lo admiran, sin saber lo que representa, sin conocer su historia.


No lleva una tabla bajo su brazo, como parece. Sino unas alas. Porque representa a Icaro. Según la mitología griega Icaro es hijo del arquitecto Dédalo, constructor del laberinto de Creta. El rey de la Isla de Minos los encarceló a los dos en una torre. Consiguieron escaparse. Al no poder escapar de la isla por mar, Dédalo pensó en hacerlo por el aire. Para ello construyó unas alas para su joven hijo Icaro y para él. Enlazó plumas entre sí. Las más grandes las ató con hilo, las más pequeñas con cera. Cuando las terminó, Dédalo las probó. Desde tierra, Icaro lo observó con entusiasmo. Si su padre podía volar con ese artilugio, él también lo haría. ¡Volar como un pájaro, por encima de las nubes!. Llegó el día esperado. Dédalo, antes de partir, advirtió a su hijo que no volase demasiado alto porque el calor del sol derretiría la cera. Tampoco demasiado bajo porque el mar mojaría las alas y no podría volar. Iniciaron el vuelo. Las sensaciones eran indescriptibles. Desde las alturas las montañas, los ríos, los valles, las poblaciones, la costa, los mares, … eran protagonistas de un puzzle de la vida. Y ellos podían disfrutarlas a vista de pájaro. Pasaron Samos, Delos, Lebintos, y entonces Icaro empezó a ascender atraído por su ambición, por su necesidad de conocer una nueva experiencia, su inquietud de probarse, de ir al límite de sus posibilidades, de acercarse al paraiso. Y pasó lo que temió su padre que pasara. El sol derritió la cera que tenía unidas las plumas, despegándolas. Icaro no pudo mantenerse volando y cayó al mar. Su padre, entristecido, llamó Icara a la tierra cercana donde cayó su hijo, para preservar su memoria.


Desde el mar, a las puertas de la ciudad de Alicante, Icaro emerge desde las profundidades. Y con él navegamos con su historia, dejando volar nuestra imaginación. Viendo como las manos de Esperanza D´Orts ha moldeado el bronce para conseguir esta figura de más de dos metros de altura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aunque sabía que era Ícaro, siempre había pensado que bajo el brazo llevaba una tabla de surf, jeje.

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