martes, 11 de noviembre de 2008

Bajo un bosque dorado


A la orilla de un camino, un fuerte murmullo. A la orilla del camino se abre un sendero. Entre dos rocas, por un paso que se arquea bajo las hojas caducas de un árbol que se aferra a la tierra con sus raíces, que se sujeta en el cielo con sus ramas. El rumor es más fuerte. Agua que corre camino del embalse de Guadalest. No la vemos, la oímos. Buscamos su rostro, mientras escuchamos su música. Mientras caminamos en familia, con los niños, mi mujer y yo. Mientras acariciamos con nuestros pies la alfombra de hojas. Mientras nos llueve del cielo unas gotas doradas. Saltamos una acequia repleta de agua. Al fondo del barranco, el riachuelo. Con sus aguas cristalinas. Seguimos andando bajo una cúpula dorada, bajo altas copas y esbeltos troncos que se retan para escalar más alto. A sus pies, unas setas. “Como parecen todas iguales es difícil saber sus diferencias. Si son venenosas ..., la cagamos”, me dice Carlos, mientras Myriam coge musgo del suelo y de unas rocas, y setas entre las hojas del suelo, para un trabajo del cole. Junto al sendero, un lavadero. El agua del riachuelo, del lavadero, baja desde la font de Partagás, que narré en este blog en http://sosegaos.blogspot.com/2007/12/font-de-partagas-y-benifato.html











Andar por el monte abre el apetito. Desde lejos vemos un humo blanco y algodonoso que se eleva a las alturas desde su chimenea. Bajo su techo son protagonistas los platos de cuchara y el cariño que sale de sus fogones. Se me hace la boca agua de pensar en la receta que hoy nos espera. Cuando entramos en la Venta de Benifato nos dan la bienvenida los buenos olores que salen de su cocina. En su comedor, cerca de la chimenea, bajo las vigas de madera, mi mente me traslada a otros tiempos, aunque sus sabores son los olores de este hogar. Entre estos muros, probablemente la mejor olleta de blat del valle de Guadalest.




El atardecer sonrojado de este domingo nos recuerda que tenemos que volver. Mientras el sol se acuesta, regresamos. Myriam y Carlos cantan “Dulce ruiseñor, canta ruiseñor. Aaaaa” de La Cenicienta, de Walt Disney. “ Debajo de un botón, ton, ton, que encontró Martín, tin, tin , hay un ratón, ton, ton, que es muy chiquitín, tin, tin. … “. Estas canciones populares nos hacen más fácil la retirada para volver a la realidad cotidiana. Sin olvidarnos del bosque dorado que nos ha acogido bajo sus ramas hace unas horas.

2 comentarios:

RosaMaría dijo...

Hermosa experiencia, fotos que parecen pinturas, buena comida, paseo en familia... qué más se puede pedir para ser feliz? Felicitaciones por el post

Anónimo dijo...

Impresionante reportaje, Paskki. Sabes sacar de forma extraordinaria los detalles de este paisaje dorado. Saludos.

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