domingo, 2 de marzo de 2008

Senderismo: Aigues-Venta La Nuza

A las siete de la mañana del pasado domingo 24 de febrero llovía en Alicante ciudad. En la avenida de la Estación. En la plaza del Mar. En la playa de la Albufera. También en Alfaz del Pi. En Aigues ... Las previsiones del hombre del tiempo se estaban cumpliendo. Un sms me comunica a las 7,30 h que la marcha de senderismo se podía suspender. Aún así fui a Aigues. Todo apuntaba a que iba a hacer el viaje en balde. Al llegar al Rancho, cafetería-restaurante argentino, junto a las Escuelas, comentamos qué hacer. Algunos opinamos que hiciésemos la marcha. Esta opinión es mayoritaria. Vamos a la Venta La Nuza a dejar los coches que nos tienen que traer a Aigues por la tarde al ser una ruta sólo de ida. En el porche de la Venta La Nuza la intensidad de la lluvia cada vez es mayor. Cuando empezamos a dudar si era conveniente hacer la ruta de senderismo, una llamada oportuna de los que esperan en Aigues nos dicen que hay un numeroso grupo en el Rancho y en las inmediaciones de las Escuelas pendientes de nuestra vuelta para iniciar la ruta.





Al llegar a Aigues sigue lloviendo. Pero las ganas de marchar se imponen. El senderismo tiene esto. Igual hace sol y calor, que el día está nublado y nos llueve mientras dura la ruta. Cuando empezamos a caminar por las calles vacías del pueblo la lluvia nos da un descanso. Sólo llovizna. Unas 57 personas. Niños y niñas. Adultos. Mayores. Si hay algunas Asociaciones que organicen las rutas de senderismo a nivel familiar esta de Aigues es una de ellas. Mochilas, bastones, chubasqueros, … Sorprende ver ¡paraguas!. Reivindico que en el senderismo no hay paraguas. Pero estas marchas son familiares. Abuelos. Hijos. Nietos.




Recorremos los primeros metros, urbanos. Por la calle La Venteta. Las últimas casas del pueblo. Unos chalet. Una anciana nos observa desde la valla de su casa. Bajo su paraguas oscuro nos mira sorprendida. Pasamos las primeras huertas. Almendros. Algarrobos.






Tomamos una pista de tierra. Descendemos hacia el río y el barranco de Aigues por el Camí del Castellet. Unos juncos nos avisan que cerca está la Font del Castellet. Cruzamos. Poco después doblamos a la derecha por el Camí del Maset. Más adelante tomamos un camino a la izquierda por el Camí del Pixador. Los primeros barros. Olor intenso a tierra mojada. Olor húmedo a hierbas aromáticas. Romero. Tomillo. Pebrella.

La lluvia es intermitente. Las rocas brillan, limpias. Resbalan. La hilera de personas se estira. Hay mucho respeto a un resbalón. Algunos, algunas, en una mano el paraguas. La otra mano dispuesta para agarrarse a una rama de un arbusto si es preciso. Mantener el equilibrio. Llegamos a la cumbre. El barranco del Figueral a nuestra derecha. A lo lejos, Campello, el Cabo la Huerta, entre la bruma. A la izquierda, Villajoyosa, los rascacielos de Benidorm, entre la lluvia. Cogemos un sendero. Bajamos hacia otra pista en dirección al barranco del Carrichal. Llegamos a un camino de tierra. Mucho barro. Las botas nos pesan un montón.





































Un antiguo aljibe. La palabra aljibe procede del árabe al-yibab, que significa pozo. La escasez de agua en estas tierras de secano obligaba a los labradores a buscar medios para recoger el agua de lluvia. Se canalizaba por acequias hasta el aljibe. Antes de llegar, las aguas pasaban por el recibidor, también llamado decantador, donde quedaban filtradas sus impurezas. Cuando las impurezas sólidas quedaban en el fondo, el agua limpia llegaba al aljibe, lista para el riego ó para el consumo de animales y personas.

Una masía en ruinas. Restos de una importante explotación agraria. Almendras. Aceitunas. Esparto. Este es una gramínea perenne con forma de mata. Muchos utensilios se han hecho, se siguen haciendo, con esparto. Cestas. Redes de pesca. Zapatos. Capachos para el prensado de la uva ó de la aceituna. Para la fabricación de la pasta de papel. La recolección de la fibra de esparto se mantuvo por estas tierras hasta la segunda mitad del s. XX. La migración de las gentes de los pueblos a las ciudades, la aparición de las fibras sintéticas y la pérdida de sus usos tradicionales, produjo que la superficie de los espartales y su producción disminuyera considerablemente. Ya no se explota esparto en estos terruños, pero por aquí, en muchas de nuestras montañas, un manto de esparto silvestre crece a su antojo.

Las laderas aprovechan el agua de lluvia disponiendo los cultivos en terrazas para que el agua no corra. Cuando la plantación se ha regado suficiente los agricultores abrían los llamados sangradores para que el agua de lluvia acumulada pasase al segundo escalón. A otra terraza. A las acequias que se dirigen al aljibe. Este sistema lo utilizaron los árabes que poblaron estas tierras. Este sistema se sigue utilizando en nuestros días.

Terrazas con almendros. Terrazas con olivos. Lorenzo cuenta que jugó de niño por estos bancales. En estos surcos hubo una prosperidad ya olvidada. Lo recuerdan los mayores del lugar. Lo recuerdan los niños que oyeron contar historias de estas fincas. Niños que jugaron entre los muros que aún se mantienen en pié de las casas de estas huertas.











En la vaguada del barranco, en la umbría, un bosque inesperado. Paramos a almorzar. La lluvia es más intensa. Tenemos que continuar la marcha cuanto antes. Otra vez la hilera de caminantes se estira. Más barro. Grandes pinos a la orilla del camino. Piedras negras que brillan a las gotas de agua. Intenso olor a tierra mojada. Primeras flores primaverales. Silencio sólo roto por la lluvia y nuestras conversaciones. Cristóbal Colón. Julio Verne. La alienación solar del próximo 8 de marzo en el Vall de Gallinera … Las primeras casas anuncian la autopista. Sorprendentemente no se oye nada del ruido del tráfico. Las paredes de las lomas lo evitan. El rumor de las hojas de los pinos, de sus ramas, lo vencen.








Estamos llegando. Pero nos queda lo peor. El camino no existe. Es un barrizal. Las subidas resbalan. Las bajadas son aún peor. Bordeamos el camino. Llevamos casi cuatro horas caminando. Y sigue lloviendo.

Pasamos la autopista por debajo de un túnel. Unos metros más. Llegamos a la Venta La Nuza, nuestra meta. El punto de reunión. Mientras otros van llegando nos ponemos ropa seca. Mis botas, un recuerdo. Los cordones de mis botas, bajo el barro.











Somos casi cien comensales. Al final de la comida oímos y coreamos “esta peña, esta peña, es, … esta peña, …” y el “cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, … “. Hoy celebramos un año de actividades de esta Asociación de Caminantes de Aigues y lo celebramos brindando con cava. ¡Felicidades!.



Felicidades!.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

el caminar por la montaña me ha dado a través de estos años, muchas alegrias. Conocer gente, lugares, historias, ver crecer a mis hijos caminando y amando la tierra y su entorno, diferenciar entre el caminante que pasa y el que se sumerge, se empapa(nunca mejor dicho)y hacen suyo el lugar. Esos son los imprescindibles y puedo y debo afirmar, nada alto pero muy claro,que tengo la suerte y el honor de conocer a uno de esos, se llama Paskki, que si ya su compañia por estas maravillosas tierras es un estimulo para seguir activo fisicamente, su relatos son un necesario elixir para el espiritu.
Gracias.

arturo

paskki dijo...

Agradables palabras, Arturo. De nuestras montañas, de sus vaguadas, sus collados y sus caminos es fácil embriagarse si aprecias esta tierra como lo apreciamos nosotros. Javier. Enrique. Arturo. Paskki. Y algunos más que saben sentir y no sólo observar nuestro paisaje y las ondulaciones de las montañas. Colores. Olores. Silencios. Sensaciones.

Un abrazo.

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