Les invito que me acompañen a una excursión por el valle de Guadalest
para disfrutar del anuncio de la primavera. Los almendros en flor visten de
blanco, de marfil y de rosa la ladera de las montañas, la ribera de los
riachuelos, los campos de secano donde la almendra es un producto típico de
estas tierras.
En nuestro recorrido es protagonista el paisaje, ese que atrajo a
escritores, músicos y pintores alicantinos cuando nadie que no trabajara estas
tierras venía a disfrutar de su entorno. Gabriel Miro, Óscar Espla, Emilio
Varela, con sus obras nos invitan a recorrer estos terruños, a comentar con sus
aldeanos las fatigas cotidianas, a saborear las viandas de su huerto y de sus
corrales cocinadas en fogones que han hecho historia. Un mundo bucólico tan cercano
y tan desconocido que no deja de ser duro para quien labra la tierra y cría su
ganado.
El valle de Guadalets es un recorrido por pueblecitos con su propia
personalidad. El valle lo abren dos pueblos protagonistas por sí mismos aunque
no forman parte de él en su descripción geográfica, pero merecen su mención.
La Nucía, tan cercana a Benidorm, ha visto cómo su desarrollo
urbanístico ha cambiado el pueblo para siempre, pero también se ha dotado de
servicios envidia de pueblos vecinos. Recorrer sus calles adoquinadas es un
placer para el caminante urbano. Pólop de la Marina, con su castillo y su
cementerio, aunque ya no no lo es ni uno ni el otro, el tiempo pasa
inexorablemente y cambia hábitos y costumbres. La torre de su iglesia corona el
pueblo y las casas crecen a sus pies. Y sus 221 caños de agua que musicalizan
su plaza y calles cercanas con el susurro de sus chorros.
Guadalest, es uno de los pueblos más visitados de España por su
singularidad. Excavado en la roca, su recinto amurallado intramuros nada tiene
que ver con el caserío extramuros de casitas blancas que se cogen de la mano
pared con pared y venden recuerdos de esta tierra bajo su techo ó guardan
objetos de museo de curiosa elaboración. Un campanario en el pico de una roca.
Sus murallas, desde ellas se divisa el pueblo, el valle, el embalse de
Guadalest y su presa. Benimantell y la afición a la pelota valenciana que
juegan en la calle siendo el frontón las fachadas de las casas. Beniardá,
inicio de rutas senderistas hacia el embalse de Guadalest y la sierra de la
Serrella, es un pueblo agricultor que se abre tímidamente al turismo de
interior. Benifato o donde el tiempo se detiene sin darte cuenta. Caminando por
sus calles limpias y silenciosas sin coches te das cuenta que allí se puede vivir
de otra manera más sosegada. Su lavadero público, por donde corre el agua fría
de manantial de las fuentes de la sierra Aitana, recuerda cómo se lavaba la
ropa no hace mucho. Los recuerdos traen voces de antaño de algunas de sus
vecinas que contaban, exclamaban y reían su devenir cotidiano. Abdet, pequeño,
remoto y tímido a las faldas de la Serrella, es el mirador del valle.
Confrides, con su pequeño castillo en un cerro, llamado de Alfofra, cierra y
observa el valle desde arriba y ve el mar allá a lo lejos.
Los almendros en flor los han hecho populares. La floración de estos
árboles son un espectáculo de la naturaleza y un reclamo gratuito para visitar
el valle. Aunque les invito a que disfruten lo que puedan de ellos porque
dentro de unos años quizá no quede ninguno. La plaga de la llamada Xilella
Fastidiosa y el protocolo de la Unión Europea para su extinción ha provocado
que se arranquen muchos árboles ante la indignación de sus propietarios porque
en vez de estirpar la parte afectada del árbol, lo arrancan entero, así como
todos los árboles y cultivos en un radio de cien metros. Los agricultores dicen
que para que un almendro se desarrolle bien necesita muchos años y que este
proceder es el fin de sus plantaciones. Reivindico desde estas líneas una mayor
sensibilidad con estos hombres y mujeres que trabajan su tierra con tanto
esmero. Son los primeros que quieren preservar sus almendros, no quieren ver en
manos del leñador sus propios árboles. Esta plaga afecta a almendros, olivos,
vid, cítricos, frutales y plantas ornamentales.
Y toda excursión necesita premiar el esfuerzo. Este premio es la comida
para cambiar impresiones Y qué mejor que comer una olleta de blat (trigo) para
alimentar el alma, el espíritu y el estómago en la Venta Benifato, en la población
del mismo nombre, ó un arroz al horno en El Trestellador, en Benimantell. Disfrutaran, se lo aseguro. Que aproveche.
Este artículo ha sido publicado con anterioridad en mi columna de opinión del periódico Alicante Press
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