Algunas veces el tamaño sí que importa, ya verán muy pronto a que me
refiero porque los protagonistas de nuestra excursión son los árboles más
grandes del planeta. Pueden llegar a tener 100 metros de altura y 1.000 años de
vida. Son las secuoyas. Las visitamos iniciando la marcha desde el hotel rural Collados de la Sagra (Puebla de Don Fabrique) en la carretera GR-100 hasta el
Cortijo de la Losa por la carretera A-4301.
Las secuoyas sólo crecen de forma espontánea en el extenso Parque
Natural de Yosemite en California (EEUU). Lo curioso es que no nos hemos ido a
California a disfrutar de ellas. Que va, las hemos visitado en España.
Estas secuoyas son unos árboles singulares que han crecido y se han
desarrollado muy lejos de su hábitat habitual. Pero ¿cómo llegaron al altiplano
de la provincia de Granada, a los pies de la Sierra de La Sagra?.
A principios del siglo XIX se plantaron unas treinta secuoyas a ambos
lados de la carretera y en lo que hoy se conoce como el Cortijo de la Losa que
es propiedad de Alfonso de Bustos y Bustos, Barón de Bellpuig. Fue su
bisabuelo, Rafael de Bustos y Castilla de Portugal, Ministro de Fomento de la
reina Isabel II, quien trajo las semillas de secuoya para plantarlas en tierras
de su propiedad. De las secuoyas que plantó, las mejor conservadas son las que
están dentro del Cortijo al estar en un recinto privado al que sólo se puede
acceder con permiso y acompañado de un guía turístico.
Al grupo de amigos que queremos saber más de este singular árbol nos
acompaña Busta ó Bustamante, que es como llaman en la zona al guía turístico
que nos permite el acceso y del que recibimos todo lujo de detalles de las
secuoyas y de la finca en donde se encuentran estos árboles. Son 13 las
secuoyas que hay dentro del Cortijo. Busta nos dice que es el ser vivo más
grande, más alto y más longevo del mundo. Aquí la secuoya más alta tiene una
altura de unos 50 metros y 150 años de vida. La de la base más gruesa tiene un
diámetro de 7,10 metros: hace falta al menos 8 personas con los brazos extendidos
para rodear el tronco al completo.
La finca del Barón donde están estas secuoyas tiene una extensión de
2.127 hectáreas que, en los últimos años,
ha reproblado de muflones, ciervos, gamos y cabras hispánicas hasta
conseguir más del medio centenar de ejemplares convirtiendo a este Cortijo en
uno de los mejores cotos de caza mayor de Andalucía. Busta dice que pocas veces
se dejan ver los venados y que alguna vez un gran búho real ha volado desde su
nido en una cota alta de una de las secuoyas ante el asombro y la sorpresa de
los visitantes por el ruido que producen sus largas alas y la majestuosidad de
su plumaje.
Si extraño parecía que pudiéramos ver estos árboles singulares en
España, más curioso es el nombre que les ha puesto el argot popular: las
mariantonias. Nadie hoy sabe descifrar desde cuando las llaman así ni quien les
puso este mote, pero ahí queda dicho, caracterizando esa gracia natural del
andaluz con el timbre de su acento y con la imaginación a la hora de poner los
motes a las personas, a los lugares ó a
las cosas. También se les llama wellingtonianas porque se cuenta que fue el
Duque de Wellington quien introdujo las semillas de las secuoyas en 1839 en
España.
Este bosquecillo de secuoyas y el de La Granja en Segovia son los
únicos que hay en España y de los pocos que hay en Europa por lo que disfrutar
de su vista es un lujo que nos ofrece la naturaleza.
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