Una ruta de senderismo inesperada, un grupo de amigos y el espectáculo
de la nieve son ingredientes protagonistas de este artículo.
Los campos aún se visten de blanco desde que el pasado fin de semana
nevara con mucha intensidad en esta comarca. Después de una gran tormenta, la
Sagra amaneció cubierta de nieve. También sus collados y vaguadas, y los campos
que se encuentran a sus pies. A los bordes de la carretera, en terrenos
cultivados, en los campos baldíos, en cortijos y cotos de caza, aquí y más
allá, la nieve se resiste al deshielo, a ese deshielo que ya otros lo iniciaron
antes, con riachuelos por doquier que buscan al río Huescar que recorre estas
tierras.
Desde el hotel rural Collados de la Sagra iniciamos una ruta de
senderismo por el margen izquierdo de la carretera GR100 en dirección al
Cortijo de la Losa que guarda un tesoro natural muy bien protegido por su
propietario que comparte con todo aquél que se interese y del que los vecinos
de este lugar se sienten tan orgullosos: un bosque de secuoyas, un árbol que
trajeron de lejos y que hizo raíces en estas tierras de secano pero de agua
sufieciente - por lluvia y por nevadas - para que estos árboles sobrevivan, consigan superar los 50 metros de altura y vivir los 150 años que tienen hoy.
Mientras caminamos vemos caseríos con teja árabe con una capa blanca en
sus cubiertas, rodeado de hielo y nieve, casi una estampa navideña si no
estuviéramos en febrero. Un cortijo allí y otro allá se esconden entre los
pinos, apartados de la carretera para conseguir un rincón tranquilo para lograr
el sosiego de sus habitantes. Rodeados de vegetación tienen como testigo fiel a La Sagra, otra vez esta montaña que invita a ser conquistada, llegar a su
cumbre y disfrutar de sus vistas extraordinarias mientras el cuerpo se recupera
del ascenso, pero esta será otra ruta si se tercia la ocasión.
El paisaje es singular. Campos de lavanda, extensos, ordenados en cada surco. Álamos pelados,
pronto tendrán sus hojas preámbulo de la primavera. Que sabia es la naturaleza,
muda las hojas secas de estos árboles en otoño para renacer en primavera con un
verdor y vigor nuevos. Escuchamos maquinaria leñadora cerca del río sacando frutos al bosque, que rompe el silencio de estos campos.
La carretera por la que caminamos casi no tiene tránsito, hace fácil
nuestro paseo. Un cruce donde enlazamos con la carretera A-4301 que a la
derecha va a Santiago de la Espada y a la izquierda toma camino hacia Huéscar.
Elegimos esta segunda dirección.
Unos 6 kms de recorrido desde el inicio que trascurren casi sin darnos
cuenta entre conversación y conversación hablando entre nosotros. No hay tema
que se resista acompañado de este entorno sosegado.
Llegamos a nuestro destino. En frente del camino de la puerta del
Cortijo de la Losa, al otro lado de la carretera, una secuoya enorme, escala el
cielo con su altura descomunal. Es el anuncio del tesoro que guarda el Cortijo,
que visitamos guiados por Busta ó Bustamante, que es como llaman en la zona a
este guía turístico de Huéscar. Aunque lo que nos contó y nos enseñó de las
secuoyas del Barón lo contaré en otro artículo.
Terminamos la jornada con una comida campera en el hotel rural Collados de la Sagra con migas de harina y huevos fritos, acompañada de abundantes
viandas: embutido de todas las clases, tomate, lomo de orza, lechuga
cameralizada, pan de pueblo, … No podía tener mejor final.
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