Después de una palmera espectacular, lanzada desde el Castillo Santa Bárbara, que ha iluminado el cielo de Alicante con múltiples pinceladas, que lo ha llenado de miles de luciérnagas luminosas, de pequeñas luminarias que han descrito su caída con serenidad. Después de esto, que ha sido un breve instante pero que aún quedará en la memoria de nuestra retina por mucho tiempo, ha empezado la noche del fuego.
Este momento estelar en el que arden las Hogueras, toca purificarse de los malos espíritus, de los nefastos presagios, de las malas sensaciones. Es el momento de ver cómo se consumen los monumentos fogueriles y con ellos todo pesimismo. Es el momento de la renovación, de los nuevos propósitos, de dibujar en nuestra cara gestos de alegría. Porque las Hogueras del 2010 se terminan, pero empiezan las del 2011.
Cremá de la Hoguera Infantil Séneca-Autobuses
Cremá de la Hoguera Especial de Séneca-Autobuses
Mientras corren múltiples pensamientos por mi mente cuando la banda de música alicantina Armonía Juvenil entonan los himnos de Alicante, de las Hogueras, del Hércules Club de Fútbol, también corren miles de gotas derramadas por la manguera del bombero para apagar las Hogueras de Séneca-Autobuses (la Infantil y la Especial), para suplir el calor del fuego con la simpática bañá: el bombero rocía de agua al público mientras este le grita, le aplaude, le motiva para que con su chorro de agua se soporte mejor estar tan cerca del fuego.
Junto con los ninots, se consumen nuestras penas, desaparecen nuestros sinsabores. Entre las cenizas nace una nueva esperanza, nuevos proyectos, nuevas satisfacciones para que haya un mañana mejor, porque es posible, porque es necesario. Y en la penumbra de la noche en la que el bombero se recorta sobre la Hoguera, surge una nueva luz, nuevas ilusiones, un nuevo amanecer.
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