martes, 23 de junio de 2009

el faro de Punta Negra

 

Desde el mar, desde tierra. Desde las playas, desde las casas de este entrañable pueblo de Murcia. Una esbelta torre cilíndrica escala el cielo. Se alarga por el aire rozando a las  nubes más atrevidas. Mira por encima de las olas el horizonte del mar. A los barcos de vela latina, de vela cuadra, de velas deportivas, a motor. A los pescadores. Es el faro de Punta Negra, aunque bien podría hablar de los faros de Punta Negra. Sí, amigos, no me equivoco. Cuando leáis la historia que voy a contaros me comprenderéis.

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Caminando por los muelles del puerto, mirando las barcas. Las menudas que se aferran a un muerto ó a una boya. Las más grandes, amarradas a un estay.  Cuantas millas recorridas, cuantas aventuras, cuantas travesías sorteando las olas, cuantas ilusiones. Mi imaginación recorre con ellas el litoral costero, los mares, los océanos.

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“Oiga, ¿le gustaría navegar en una de ellas?”, me pregunta una voz quebrada. No adivino a descubrir de dónde viene. Desde el contraluz se mueve una silueta. Desde las sombras se me aparece un hombre menudo, la piel tostada color café, con ojos claros hundidos en su mirada, arrugada la piel de su cara y de sus manos. Aparenta más edad de la que debe tener. Insiste. “¿Le gustaría?”." ¡Claro que me gustaría!”, le contesto. “A mí también”, dice mi hijo Carlos, que se apuntaría a un bombardeo si hiciese falta. Seguimos caminando en silencio. Y este hombrecito nos acompaña. Nos refugiamos del sol bajo un toldo cerca del faro. “Bonito faro”, nos dice, mientras coge un cajón de madera y se sienta en él. “Este faro ha salvado muchas vidas, ¿queréis que os cuente su historia?”. Mis hijos hacen corro para escucharlo, junto con otros niños que se han acercado a Ramón, que es como nos ha dicho que se llama. Y empieza a contar historias de la mar, algunas incluso graciosas. Mantiene a los niños, y a los no tan niños, embobados. Porque su voz acompaña. Juega con las palabras. Les da una entonación que parece que canta en vez de hablar.  Y nos embriaga con sus historias.

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“Este faro …, bueno, el que había antes”, empieza a contarnos Ramón, es el tercero que se construyó en la costa de Murcia, después del de Podadera y el de cabo Tiñoso. Lo proyectó el ingeniero Jose María de Borregón en 1856. A ver, ¿quien sabe de qué siglo es este año?”. La pregunta de queda en el aire sin respuesta hasta que un niño grandullón levanta la mano como si estuviesen en la escuela. “¡En el siglo XIX"!”. “Muy bien, Eufrasio”, le dice Ramón. “Lo inauguraron, prosigue, el 30 de agosto de 1859, con un coste de ejecución de 15.935,73 Pts. El edificio anterior también era muy bonito. Tenía adornos de sillería en las esquinas, jambas, zócalos y dinteles. En la fachada que daba al mar había una pequeña torre, junto a un edifico rectangular donde vivía el farero con su familia. ¿Quien quiere saber cómo era la casa del farero?.”. Un mar de brazos se alzan y gritan al unísono “Yo, yo, yo, …”. “Pues la casa del farero, que es quien trabajaba en el faro, tenía dos dormitorios, cocina, sala de estar, recibidor, cuarto de baño y escritorio”.”El faro ¿iluminaba mucho?”, interrumpe un niño con acento inglés. “Empezó a funcionar con una luz fija blanca que se veía a 5 millas. Se compró a la casa francesa Lepaute por 6.100,75 pts. ¿Para qué es esta luz, quién lo sabe?”. “Para que los barcos no choquen con la costa por la noche”, gritan los niños. “Esta luz que os he dicho antes fue sustituida en 1876 por una lámpara Maris de mecha a base de parafina de Escocia y petróleo. Posteriormente, se cambió la luz fija por una en grupos de 3+1 ocultaciones cada 20 segundos y adaptarla a la Real Orden de 11 de diciembre de 1917, instalando un juego de pantallas giratorias con un mecanismo de relojería que puso la empresa Maquinista Valenciana. El 19 de abril de 1922 fue electrificado … “. “Electri qué …”, pregunta una niña pequeña que había estado callada hasta ese momento. “Electrificado, que le pusieron electricidad”, le dice su hermana mayor que está sentada junto a ella. “Fue electrificado con una lámpara de 60W (100 bujías) que le dio un alcance de 15 millas. La luz se veía más lejos desde alta mar. ¿Lo entendéis, verdad?. Pues, entonces sigo. ¿Sabéis cómo iban al pueblo el farero y su familia?”. “Pues andando”, contesta rápidamente un niño de mirada traviesa. “Pues no, amigo, dijo Ramón con una larga sonrisa. En barca. Si. No me miréis así. Antes, el faro estaba separado de tierra, no estaba como ahora. Debido a varias tormentas en  1927, 1949 y 1953, produciendo daños en el faro, se decide hacer uno nuevo, más alto, con una altura de 30 metros, con un proyecto de mejoras de señales marítimas de 1957. Fue construido e inaugurado en 1973. Y es este, el que veis a mis espaldas. Es precioso, ¿a que sí?”.

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Algunos seguro que lo habréis adivinado ya. Por su silueta. Por su elegancia. Por sus franjas negra y blanca. Por su historia. Se trata del faro de Aguilas. En un pueblo costero del sur de la Región de Murcia.

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Fuentes:

Blanco y Negro Magazine febrero 2006

http://www.aguilas.tv/aguilas/monumentos/faro/faro.html

2 comentarios:

Navegante dijo...

Precioso faro y bonita entrada. Da gusto conocer la historia a través de la voz de gente sabia y llana.

El tipo de faro y su pintura blanca y negra me trae a la mente un famoso faro americano de cuyo nombre ahora no me acuerdo.

Pascual Rosser Limiñana dijo...

Los faros me encantan, me producen una atracción especial. Y este es muy elegamte. Si te acuerdas de ese faro que mencionas, amigo Navegante, dímelo para buscarlo. Bienvenido a este puerto. Saludos.

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