Una estatua de escayola en el balcón de un edificio. Un gato, vestido con su túnica peluda. Acurrucado sobre sí mismo. Pero … un momento. ¡Se mueve, es real!. Y lo es. Me mira con malas pulgas. Me enseña los dientes por despertarle de su siesta. Pero no. No se interesa por mí, en este medio día frío y soleado en las calles tranquilas de Ceutí, un pueblo de la Vega Media del Segura, en Murcia.
El gato se levanta y mira atento a un pajarillo, gorrión, que picotea lo que puede por el empedrado de la calle. Apunta su mirada en su objetivo. Se relame la boca, antes de hora. Como el cuento de la lechera. Se dispone a lanzarse al vacío. Se prepara para la caza. Parece que no tiene miedo, con eso de que los gatos siempre caen de pie …
Un momento, le grito con la mirada. Una foto para la prosperidad, le susurro con el pensamiento. Y el gato me mira. El gato posa. Parece que sonríe, aunque sigue mirando de reojo al pajarillo.
Empieza a arrastrase por la pared con fuertes maullidos, pero no se lanza y el pajarillo, empachazo, inicia el vuelo por encima de nuestras cabezas. Y el gato se queda … sólo, con una mirada confusa. Claro, el pajarillo ya se ha ido. Volando.
En el reino animal se comen entre ellos para sobrevivir. Algunos humanos se devoran entre ellos ó uno contra otros, por ambición. Por odios. Por rencores. Por envidias. Con malas palabras y peores gestos. Parece inevitable que en este mundo tiene que haber de todo, incluso lo malo. Este es nuestro sino y el de la humanidad. ¡Qué le vamos a hacer!.
1 comentario:
Algunos humanos se habrían tirado en la segunda foto.....
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