viernes, 27 de junio de 2025

Rafael Beltrán Dupuy, In Memoriam

 



A media tarde de ayer nos comunicaron a los miembros de la tripulación del Arion que Rafael había partido a su eterna travesía, a la caña de su velero con todas las velas desplegadas, con una sonrisa, raudo y veloz al encuentro de su amada Fany, su fiel compañera de tantas cosas.




Siempre nos dijo a bordo del Arion que navegar es lo que más le gustaba. Lo decía con una sonrisa de oreja a oreja, la misma que cuando el velero se escoraba por la fuerza del viento.


En el Arión hablábamos de todo cuando el viento lo permitía, Rafael era una enciclopedia andante. En una de esas conversaciones con él, a solas, hace un par de años, cuando el resto de la tripulación se dispersaba por cubierta, me dijo que estaba preparado para esta eterna travesía. Sin prisas, pero sin la incertidumbre de cómo llegar a este momento. Lo dijo con el sosiego de quien está satisfecho de haber cumplido sus sueños y sus anhelos.


Comparto aquí algunas de las fotos que hice al Arión desde fuera. Cada vez que embarcaba en otro velero y lo veía en el horizonte, lo ponía delante del objetivo de mi cámara de fotos, no sólo porque es un velero precioso, sino también porque me imaginaba feliz a Rafael a la caña del timón. Feliz es como me dijo por whas upp que se encontraba uno de los últimos días que se embarcó en el Arión ya con la enfermedad avanzada. Y desde dentro, he tenido el privilegio y la suerte de navegar con él en el Arion. Como la hemos tenido toda la tripulación.







Era una persona que no le gustaba la notoriedad. Y la tenía de sobra por sí mismo. Persona versada y culta, se podía hablar con él de todo. Y daba gusto escucharle de tanto. Aún así cuando la Sociedad de Conciertos cumplió 50 años y la Universidad de Alicante les concedió el Premio Maisonnave, al recoger el trofeo en un acto entrañable en la sede universitaria de la calle San Fernando, no soltaba la estatua conmemorativa del premio, estaba profundamente emocionado, era el socio fundador que quedaba de aquel grupo de valientes que emprendieron esa aventura. Me dijo, ”Pascual, me temblaban las manos,” tan lleno que estaba de orgullo y satisfacción, al recogerlo en presencia de Luís Barcala, alcalde de la ciudad y de Amparo Navarro, rectora de la universidad. También me dijo que en ese momento se había acordado de mis padres que le acompañaron en esa aventura.




Un día a bordo del Arión me regaló su insignia de 40 años de socio del Real Club de Regatas de Alicante. El nunca la iba a usar, me dijo, yo tampoco, pero fue un bonito regalo, un gran detalle sabiendo como sabía mi afición por todo lo que tiene que ver con la mar.


Gran melómano, de un oído prodigioso, no hace mucho chateé con él por whas upp. Le dije que le había recordado al escuchar las “Goldberg  Variations” de Bach, tocadas por András  Schiff, uno de los mejores pianistas del mundo y amigo suyo. Me contestó que el escucharía el aria de las Variaciones todos los días y que recordaba que András la toco dos veces en su último concierto, una en el programa y otra en el bis. Comentamos en otras ocasiones partituras que habíamos escuchado en directo en la Sociedad. Rafael ha sido maestro, y amigo, al mismo tiempo, del que he aprendido mucho.




Me lo imagino ahora escuchando estas Goldberg Variaciones en la cubierta de su velero allende los mares en su eterna travesía.

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