Según lo que marca la Constitución española, el rey Felipe VI ya ha
tenido la ronda de consultas con los líderes políticos con representación
parlamentaria y ha propuesto a Pedro Sánchez, del PSOE, como Presidente del
Gobierno. Ahora se abre una fase de necesaria negociación para “armar” - como
dice Albert Rivera - una mayoría para investir a Sánchez al frente del Gobierno
de España, si así lo deciden las mayorías del Congreso de los Diputados.
Todos los líderes políticos han manifestado sus posturas, los que
pueden dar su apoyo y los que no, los que lo darían con condiciones, los que
con ellos no hay posibilidad de acuerdo y será negativo su voto y la de su
partido.
Si no hubiera una mayoría absoluta en la primera votación de
investidura, ni una mayoría simple en la segunda, habría que repetir las
elecciones generales, un escenario que no se desea y que sólo los
parlamentarios pueden evitar.
¿Qué harías tú, qué haríamos nosotros si estuviéramos en la piel de los
parlamentarios y de sus líderes políticos?. Personalmente, el corazón me dice
una cosa y la cabeza dice otra, divorcio provocado por la incertidumbre que
produjo el anterior gobierno de Pedro Sánchez aliado con podemistas,
nacionalistas e independentistas. Vean que me dice el corazón y la cabeza, y
tomen ustedes sus propias decisiones en las que quizá coincidamos.
La democracia española tiene una época de éxito en nuestra historia
reciente que es modelo a seguir dentro y fuera de nuestras fronteras. Una etapa
que pudo ser posible porque muchos renunciaron a sus propósitos por un objetivo
común. Muchos dejaron atrás sus diferencias para promover una causa de todos y
para todos. Y no lo tenían fácil. Me refiero a la llamada Transición española.
Liderados por el rey Juan Carlos I y por responsables políticos de todas las
ideologías que supieron encontrar sus puntos de encuentro para conseguir un
periodo apasionante de la historia de España.
Hay momentos importantes en la historia en los que tiene que primar el
interés general y no solo el de los votantes de un partido o los designios de
un dirigente político determinado. Y en uno de esos momentos nos encontramos
ahora. No puede repetirse un gobierno condicionado al capricho de
nacionalistas, independentistas y de la izquierda radical y antisistema de
Unidas Podemos. Nos llevaría a más incertidumbre y, por tanto, a crisis
económica y más paro. No veo un gobierno de coalición entre el PSOE y un Unidas
Podemos moribundo con un Pablo Iglesias devaluado y desprestigiado y - por
serlo - revolucionario en sus formas, sus mensajes y sus maneras de intentar
influir en el gobierno.
Cualquier decisión política en el Parlamento español viene condicionada
por el pasado más reciente. La pregunta del millón, como diría aquél, es si
Pedro Sánchez es de fiar, y otras cuestiones sobre ¿qué pactó con Torra en
Pedralbes?, ¿si están encima de la mesa los indultos de los políticos presos
independentistas después de cuando se conozcan las penas de la Sentencia del
Tribunal Supremo sobre este juicio?. Es indudable que todo lo que tenga que ver
con el “procés” y las decisiones de Pedro Sánchez y su gobierno relacionado con
esto, condiciona cualquier decisión en la votación de investidura.
¿Es posible una abstención de los partidos políticos constitucionalistas?.
Sí es posible, basta ejercerla. Sin embargo, nos encontramos en una
encrucijada. Los parlamentarios tienen que decidir con quién quieren que el
Gobierno de España se juegue los cuartos de todos, y no debería ser con los que
quieren romper España. Todos los partidos constitucionalistas podrían apoyar la
abstención frente al frentismo independentista y populista: PP, Cs, Navarra
Suma, Coalición Canaria, ...
Por tanto, el corazón me dice que PP y Ciudadanos podrían abstenerse en
segunda votación después de votar negativamente en la primera votación de
investidura siempre que Pedro Sánchez garantice y se comprometa - por escrito,
mediante acta o similar - que no va a pactar para formar gobierno con
independentistas, nacionalistas y podemistas. Otra cosa - después - serán los
apoyos puntuales para aprobar determinadas leyes que - por afinidad - la
izquierda se una para sacarlas adelante.
Sin embargo, la cabeza que es más pragmática, más resolutiva, menos
sensible, cree que Pedro Sánchez no es de fiar y le preocupa y mucho todo lo
que Sánchez y Torra negociaron en Pedralbes y en reuniones posteriores entre
Gobierno de España y gobierno de la Comunidad Autónoma catalana que aflorará
ahora durante el previsible nuevo Gobierno de Sánchez. Y por esto, la cabeza se
decanta por nada de abstenciones de la que podría arrepentirse en un breve
periodo de tiempo. Un no sería la decisión. Aunque con fisuras y con dudas,
porque el PSOE se abstuvo para que Rajoy - del PP - pudiera formar Gobierno y
no repetir, de nuevo, unas elecciones generales. Claro que Sánchez dimitió y
renunció a su acta de diputado para evitar abstenerse y es él ahora el que pide
a los demás su abstención. Paradojas de la historia de cada uno. Ya saben ese
refrán popular que dice que “nunca digas de este agua no beberé” no sea que
tengas que hacerlo y arrepentirte después de lo dicho y de lo hecho.
Le invito a que haga esta reflexión, valore pros y contras y decida. No
estamos en la disyuntiva de los miembros del Congreso de los Diputados pero
podemos opinar y, si quieren, aconsejar. Y que cada partido político y cada
diputado obren en conciencia con el interés general de España como premisa. Que
así sea.
Este artículo se ha publicado con anterioridad en mi columna de opinión del periódico Alicante Press
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