Yo sí creo en los Reyes Magos, esos sabios de Oriente que vinieron a
adorar al niño Jesús. Dios manifestado a través del cuerpo de un niño. Envuelto
en pañales, dormía en un pesebre ante la atenta mirada de San José y de la
Virgen María.
Yo sí creo en esos Reyes Magos que hacen sonreír al más serio e
imaginar al más indeciso. Yo sí creo que hay una noche mágica del año que unos
sabios generosos acuden a casa para saciar las ilusiones de todos.
Yo sí creo en esos Reyes Magos que la tradición ha vestido de suntuosos
y coloridos mantos y túnicas que despiertan la admiración de propios y de
extraños. Esta admiración es correspondida por esos Magos con la comunicación
de un mensaje de paz que imploran por todo el mundo en estas fechas navideñas y
ponen en boca de multitud de representantes políticos de los cinco continentes.
Yo sí creo en esos Reyes Magos que son la alegría y la esperanza de
niños y de adultos para que en una noche mágica y la madrugada del 5 al 6 de
enero los pajes de los Reyes y los propios Reyes Magos colmen de regalos a
quien se lo merece por su buen comportamiento durante el año.
Yo sí creo en esos Reyes Magos que invitan a la solidaridad para que en
estas fechas navideñas no haya ningún niño sin juguetes.
Yo también creo en esos Reyes Magos que por ser sabios traen sentido
común al dirigente para sus tareas de gobierno y placer al servidor público
para que cuando tenga que cumplir con su trabajo lo haga tan bien como si fuera
para él mismo. Y si no, ya saben, carbón, que algún tirón de orejas hay que dar
de vez en cuando cuando se lo merecen.
No acepto que profesores progres digan en la escuela a sus alumnos
infantiles la supuesta procedencia paterna y materna del origen de los regalos
de Papa Noel ó de los Reyes Magos. Disiento de afirmaciones como la que
presuntamente dijo Trump, Presidente de EEUU, hace unos días desde su despacho
oval de la Casa Blanca: felicitó la Navidad por teléfono a varios niños y a uno
de ellos de 7 años le preguntó si aún creía en Papá Noel porque eso a su edad
ya no se llevaba. Imaginen cómo se quedaría ese niño. Es muy probable que le
arruinara esa noche mágica de la Nochebuena en la que Papá Noel entra en su
casa mientras duerme para llevarle lo que le ha pedido por carta: un juego de
la Nintendo, un Scalextric, unos comic, ….
Hace unos días leí en un periódico digital que un padre de una niña de
10 años de edad hizo una página web para enseñar, contrarrestar y responder a
su hija de la existencia de los Reyes Magos que le negó su profesora en la
escuela. En esta web se recogen manifestaciones de la existencia de los Reyes
Magos con datos de su historia, cómo se distribuyen los regalos, las medidas de
seguridad que aplica la Policía Nacional española para la protección de Sus
Majestades en esa noche mágica del reparto de los regalos, etc. Pueden verlo en
www.losreyesmagosexisten.com Quien
ha confeccionado esta web es un padrazo, se merece un diez en la clase de su
hija y un fuerte aplauso de la sociedad española por mantener viva su ilusión y
la de tantos niños que, como ella, les hacen dudar con manifestaciones
contrarias a la realidad de su propia imaginación.
Yo sí creo en los Reyes Magos. Y les digo más, cuando los adultos,
cuando los jóvenes, pierden la fe en esa noche mágica, ya no es lo mismo, ese
día se convierte en uno más. Ya no se espera el regalo inesperado, ni la
sorpresa que no llegará. Y muchas ilusiones quedarán frustradas en el camino.
En mi casa creemos en los Reyes Magos, en esa noche mágica del 5 al 6
de enero, en las ilusiones y satisfacciones que produce. Y en el roscón de
Reyes de la víspera que golosos somos un rato, con chocolate en taza bien
caliente.
Y recuerden que lo importante no es la cantidad sino la calidad de lo
que se recibe. El agasajo es sinónimo del deseo de uno y del cariño del otro
que los Reyes Magos tienen a bien convertir en regalos.
Este artículo ha sido publicado con anterioridad en mi columna de opinión del periódico Alicante Press.
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