Siempre es curioso y
estimulante conducir un coche que ya casi no circula por nuestras carreteras
porque con el tiempo se ha convertido en objeto de deseo para los
coleccionistas de los coches clásicos. Da igual si es un automóvil de una de
las marcas más emblemáticas del mundo por su exclusividad, que un vehículo
popular que causó furor para muchos por su versatilidad. En esta ocasión, me
refiero a los segundos y en concreto del Citroen 2 CV (dos caballos).
El Citroen 2 CV se fabricó
para que fuera de venta masiva entre los franceses, inicialmente del mundo
rural. Estaba pensado para que se pudiese conducir por el campo con la
posibilidad de rodar por carretera con un máximo de cuatro pasajeros, con una
cesta pequeña para poco equipaje. Fue en 1936 cuando desde la dirección de
Citroen se decide fabricar un coche sencillo: la carrocería con chapa ondulada,
un motor básico (monocilíndrico o bicilíndrico) refrigerado por aire, cambio de
tres relaciones, con una suspensión sencilla - aunque confortable - con barras
de torsión ó incluso tacos de goma. En 1939 fue presentado el primer prototipo.
Este no llegó a fabricarse por el estallido de la II Guerra Mundial. Terminada
esta, y tras varios años de trabajo, el 2CV A se presentó oficialmente el 7 de
octubre de 1948 en el 35º Salón del Automóvil de París. En los años posteriores
este automóvil evolucionó aumentando la motorización, la potencia, el tamaño, …
En Francia finalizó la fabricación del 2 CV en 1987 aunque se mantuvo la
producción en Portugal hasta 1990. Charleston fue el último modelo fabricado.
Pues ya ven que bien merece aprovechar la oportunidad de conducir uno
de estos emblemáticos automóviles. Y eso
hacemos en el país que le vio nacer, en Francia, en un rally donde no prima la
velocidad sino llegar a la meta. La organización nos dio unos cuadernos con
dibujos y señales para no perdernos con la sola finalidad de llegar a la meta,
no importando el orden ni el tiempo empleado.
El itinerario fue de lo más
interesante: Chateau de Villerouge Termenés/Lagrasse/Carcassone.
El Chateau de Vilerouge
Termenés es una pequeña población de calles empedradas y casas unifamiliares al
amparo de un pequeño castillo. En su interior está el restaurante La Rotisserie
con un ambiente puramente medieval. Almorzamos entre sus muros.
En ruta pasamos junto a
Lagrasse, población francesa de la región Languedoc-Rosellón, es uno de los pueblos
más bellos de Francia. A orillas del río Orbieu, puentes de piedra unen las dos
orillas de esta población. Es un pueblo medieval con un mercado de pilares de
piedra, vestigios de antiguas murallas y una abadía románica, de Santa María de
Orbieu, en la que destaca su torre-campanario.
Hacemos noche dentro de
Carcassone, una ciudad monumental. Caminar por sus calles, junto a sus
murallas, por puentes y pasadizos es trasladarnos al medioevo, pero en la
imaginación porque nuestras ropas y nuestro quehacer nada se parece a la de
aquellos años.
Al día siguiente continuamos
ruta: Carcassone/Canal du Midi/Toulousse. En una de nuestras paradas previstas por la organización, lo que
más nos impresiona es el Canal du Midi (Canal del Mediodía), por su historia y
por lo curioso del sistema de esclusas y saltos de agua para el tránsito
navegable con barcazas. Este Canal es una vía de agua artificial que une el río Garona en
Toulousse con el mar Mediterráneo.
Una visita a esta parte
de Francia en un automóvil emblemático que también recorrió las carreteras
españolas hace muchos años. Entonces como ahora su conducción ha sido divertida
y sencilla, donde la nostalgia de nuestros recuerdos con este vehículo ha sido
motivo para animar nuestras conversaciones durante estos días.
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