Es el fervor, la devoción, la costumbre, la tradición, de un pueblo que la quiere y que quiere que hoy (por el 16 de julio) se celebre su día. El de la Virgen del Carmen, Virgen marinera. Es desde el puerto de El Campello (provincia de Alicante) de donde sale en procesión, este año en la embarcación "José Miguel y Joana" y recorre su bahía. Son las bocinas de unos barcos, de todo tamaño y condición. Es la emoción, son los aplausos, de personas que la siguen, la seguimos, galopando por encima de las olas. Nosotros navegamos invitados por el Patrón del Cuscanelles. Es la Salve Marinera cantada por voces infantiles, adolescentes y adultas que la acompañan. Es el cariño de tantos y tantas que la adoran, que le rezan, que la miran, que la llevarán con sus andas cuando vuelvan a puerto. Que recorrerán el paseo marítimo y la calle San Bartolomé, camino de la Iglesia.
En la bocana del puerto, unas flores flotando, arrojadas desde la cubierta del "José Miguel y Joana", en recuerdo de todos aquellos que un día salieron a faenar en la mar y nunca volvieron. Lágrimas transparentes limpian el recuerdo en su memoria.
Y la puesta de sol dora el mar y el cielo, las casas y las caras de tantas personas testigos de este entrañable momento. Oro y brisa marina se unen y se confunden al caer el día. Oro que hace que los recuerdos de aquellos que no volvieron se enaltezcan con más fuerza. Oro que anuncian las primeras luces de un día de esperanza en la mar y en esos hombres y mujeres que se miden con ella, que luchan por su supervivencia. Oro, también, para los que navegan por el placer de surcar sus horizontes dorados.
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