A diez minutos del pueblo costero de El Campello, subiendo en dirección a la sierra del Cabeçó de O´r, un pueblo acogedor. Aigues. En la comarca del Alicantí. A 342 m sobre el nivel del mar. Con su frondosa pinada. Su torre medieval. Su iglesia. Sus calles tranquilas. Sus hospitalarios habitantes. Donde los veranos son más frescos que en la costa. Donde los inviernos son más generosos que pueblos más arriba.
Aigues, término que en valenciano significa Aguas. Nombre debido a un acuífero que se encuentra en las faldas de la Sierra del Cabeçó. En su vertiente oriental se sitúa el pueblo, junto con el Barranco del Peregrino, donde nace el río Aigues. Este fue frontera entre las Coronas de Aragón y la de Castilla, establecido así por el Tratado de Almizra en 1244, firmado por Jaime I de Aragón y el Infante D. Alfonso de Castilla.
Aigues, término que en valenciano significa Aguas. Nombre debido a un acuífero que se encuentra en las faldas de la Sierra del Cabeçó. En su vertiente oriental se sitúa el pueblo, junto con el Barranco del Peregrino, donde nace el río Aigues. Este fue frontera entre las Coronas de Aragón y la de Castilla, establecido así por el Tratado de Almizra en 1244, firmado por Jaime I de Aragón y el Infante D. Alfonso de Castilla.
vista de la iglesia entre las casas del pueblo
El primer domingo de cada mes, salvo los meses de julio y agosto que se realiza los sábados por la noche, Aigues tiene un mercadillo propio. De artesanía y antigüedades. Un mercadillo que vamos a visitar. Pero antes callejeamos por este pueblo. Casas bajas, sin más alturas que un primer piso. Donde la torre medieval y la torre de la iglesia compiten por acariciar más alto el cielo. Un olivo. Unos bancos de madera. Nuestra respiración es el sonido más fuerte. Los latidos de nuestro corazón, lo que más retumba en este bello rincón. Junto al antiguo lavadero donde antaño se lavaba la ropa.
calle Practicante Savall
calle Mayor
Se hace de noche. Nos refugiamos bajo la hospitalidad del Bar Restaurante La Taberna. Arturo, su propietario, nos recibe con una sonrisa. Este establecimiento, antiguo colmado, tiene un sabor especial. Como las tabernas de entonces, con personalidad. Y de sus fogones: saltarín: huevo, jamón, patatas y pimientos de padrón; capellán, con tomate trinchado, todo bañado de aceite de oliva; embutido; pollo al ajillo, con patatas fritas; con tinto Valdubón del 2006 de Ribera del Duero. La guinda de la cena, infusiones caseras para cada uno según nuestras necesidades y licor herbero casero cuya base es anís. ¡Qué licor! Y ¡Qué cena!. Seguro que volveremos.
Beatriz, Jose, Myriam, Paqui y Paskki
saltarín
capellán
pollo al ajillo, con patatas fritas
la botella del herbero y Paskki
El mercadillo arranca y cierra la calle Mayor. Cada puesto, su especialidad. Artesanía y Antigüedades. Empieza con un puesto de flores y plantas del entorno, algunas aromáticas como la pebrella, el tomillo, la salvia, … que llevamos a casa para plantarlas en tierra. Un puesto de antigüedades junto a un establecimiento permanente en el nº 5 de esta calle. Cerámica, cuadros, cámaras fotográficas, muebles, tapices, … Otros puestos. De pulseras, de colgantes, de muñecas, de libros antiguos, de caretas, de artículos de mimbre y esparto, de perfumería, … Y la vida que genera el mercadillo. Como antaño lo hacían las ferias de muestras y los mercados al aire libre. Como hoy lo hacen estos acontecimientos sociales. Cerca del mercadillo, las mesas y las sillas en la calle de los bares y los restaurantes. De las peñas de moros y cristianos. De viviendas particulares. La calle se convierte en un foro. Un foro de tertulias, palabras que recorren la noche y la visten de fiesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario