La noche electoral
del 10 diciembre 2019 fue apasionante para unos y desastrosa para otros. No
todos pueden ganar, aunque parezca que sí lo han hecho al día siguiente de las
elecciones. Esta vez, para todos menos para uno.
Los perdedores son
los que se denominaron a sí mismos la nueva política: Ciudadanos (Cs) y Podemos
(UP). Un partido de centro, el primero, tan necesario; y uno de la ultra
izquierda, el segundo, que aspiraba a serlo todo y está siendo el desenlace de
no ser nada.
La primera
consecuencia de este fracaso es la dimisión de Albert Rivera como líder de Cs.
La dimisión de todo: de Presidente del Cs, de diputado (no recogerá el acta); de militante, deja la política. Las dos primeras son consecuencias lógicas, su
partido ha pasado de 57 a 10 escaños en el Congreso de los Diputados y de 4 a
ninguno en el Senado. Aunque no estamos acostumbrados a dimisiones en la clase
política y esta, que parece lógica, ha cogido a la sociedad española
desprevenida e incrédula hasta que Albert Rivera lo dijo ayer - emocionado - con
sus propias palabras en una rueda de prensa en la sede de Cs en Madrid.
Albert Rivera, con
Cs. llegó a la política inmaculado, desde la base, sin padrinos, y poco a poco
se fueron abriendo camino en la política catalana. Decían cosas en Cataluña
sobre la unidad de España, la educación, la libertad, la convivencia que, aún siendo obvio en democracia,
allí no lo es tanto por el frentismo del bloque independentista. De no ser nada
en esa Comunidad Autónoma a ser hoy la primera fuerza política en el parlamento
catalán aunque les ha faltado la fuerza y la garra con la que llegaron a esa
posición y su electorado - volátil - les pasará factura. En la política
nacional Cs conseguía un ascenso en escaños en el Congreso de los Diputados en
cada una de las elecciones generales. Sus postulados sumaban en sus
aspiraciones políticas de llegar a la Moncloa.
Cs consiguió un gran
éxito cuando consiguió 57 diputados en las elecciones del 28 de abril con el
mensaje durante toda la campaña electoral que no apoyarían a Sánchez en una
investidura por mucho que el PSOE les pidiera al menos la abstención. Con este
resultado Cs se derechizó. Rivera llegó a decir que se consideraba el líder de
la oposición de la derecha - sin serlo - porque Cs había crecido mucho más que
el PP que, en cambio, decreció en escaños de forma considerable hasta obtener 66, 9 más
que Cs y unos 200.000 votos de diferencia.
Las circunstancias,
la coyuntura económica española con una recesión económica mundial cercana
según muchos analistas financieros, la posibilidad que Sánchez se aliara con
los comunistas de Podemos y con nacionalistas radicales para formar gobierno, hacían necesario que PSOE y
Cs se entendieran, incluso gobernaran en coalición. Hubieran tenido 180 diputados
para emprender cómodamente los desafíos que tiene España a corto plazo. Las
encuestas decían que el 80 % del electorado de Cs quería ese gobierno de
coalición. Cs no lo vio. Rivera negaba la mayor a Sánchez. Durante este proceso
las encuestas ya daban un cambio de tendencia por el centro con ascenso del PP
y descenso de Cs. El electorado no sabía por dónde iba Cs y que sus 57 escaños
no estaban siendo útiles. Sin embargo, Sánchez tampoco le ofreció nada a Cs,
salvo que se abstuvieran y se fiaran que Pedro Sánchez no iba a hacer locuras
políticas con los independentistas catalanes. No hacer ese Gobierno de
coalición fue un error de los dos. A todo esto se añadió la foto de la manifestación de Colón y otras muchas con Abascal, el líder de VOX, además de contar con el para gobernar en coalición PP-Cs-Vox en varias Comunidades Autónomas aunque las negociaciones las liderara el PP en su relación con Vox.
Todas las encuestas
para las elecciones generales del 10 de noviembre vaticinaban un descalabro
electoral de Cs, incluso antes de convocarlas. Los asesores de Cs no le dieron
crédito. Y el batacazo ha sido descomunal. Una derrota sin excusas ni
paliativos, como dijo Albert Rivera en la noche electoral.
Cuando en mi
artículo Adiós a la nueva política vaticinaba el declive del liderazgo de
Rivera si Cs tenía un mal resultado electoral el 10 de noviembre, no imaginaba
la magnitud de lo que pasó ayer.
Albert Rivera ha
comunicado sus dimisiones, conteniendo las lágrimas y manteniendo la voz entre cortada en
repetidas ocasiones. Ha ejercido de dirigente al decir que “los éxitos de un
partido son de todos, pero lo malos resultados son del líder”. Especial ha sido
cuando ha dicho que “cada día me he sentido orgulloso de entrar en la puerta
del Congreso. Ser diputado no es una nómina, es un honor”. Este momento ha sido
muy emotivo, añadiendo después que “en coherencia con mis valores, creo que es
el momento de ceder el testigo, no sólo en la presidencia del partido, sino
también en el escaño por el bien de este país y de este proyecto”.
Cs se queda huérfano
de líder, con la incertidumbre del futuro más inmediato, con la convocatoria de
una Asamblea Extraordinaria para dentro de cuatro meses mientras la organiza
una Comisión Gestora. Parece que hubiera sido más sensato marcharse con todo
esto organizado y resuelto, y quedándose Rivera como un militante de base ahora
que en Cs toca arrimar el hombro y refundar este partido liberal y constitucionalista, recuperando su orientación al centro político.
España necesita más
que nunca un partido de centro ahora que está tan fragmentado el voto y la
representación parlamentaria. En España ganan las elecciones generales los
partidos que más se acercan al centro, sea por la izquierda y por la derecha,
lo hemos visto con el PSOE y con el PP. Y bien vendría un partido de centro, “porque el centro existe” ha afirmado hoy Rivera” (curioso porque ese espacio lo dejó escapar Cs, derechizándose), que equilibre las formas y las maneras de
sus extremos. Que así sea.
Resultado electoral de las elecciones generales del 10 de noviembre de 2019: https://resultados.elpais.com/elecciones/2019/generales/congreso/
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