lunes, 15 de julio de 2019

Un Rey ejemplar



Parece que fue ayer y ya han pasado cinco años desde que Felipe VI  fue proclamado Rey de España. Inició su reinado con buen pie, paso firme, cargado de nuevas ideas y buenas intenciones.

Parece que ha sido fácil y, sin embargo, lo ha tenido muy complicado, no sólo por el procés en Cataluña - el Rey es garante constitucional de la Unidad y Permanencia de España - sino también por las fallidas investiduras, el bloqueo institucional, la repetición de las elecciones generales, la parálisis de las instituciones, ...

Pero ante todo, sabemos que está ahí y eso da garantía de estabilidad. No ejerce la política, no representa a ningún partido político, no tiene ideología conocida que ampare sus acciones, sino que representa a todos sin distinción alguna. Cuanto más lo atacan los independentistas y populistas, más lo reafirman los acontecimientos en su posición como Jefe del Estado y como Rey de todos los españoles, como demuestran las últimas encuestas de opinión. Su valoración personal ronda el número 7, una nota muy alta, siendo más de la mitad de los españoles fervientemente defensores del actual modelo de estado español como Monarquía parlamentaria.

En su proclamación como Rey, Felipe VI dijo que cree en la Monarquía Parlamentaria, “una monarquía renovada para un tiempo nuevo” en la que ha modernizado su Casa con mayor transparencia en el gasto y en sus maneras de realizar su función como el mejor embajador de España en el mundo y el más convencido defensor y garante de la Constitución española. En sus discursos y en sus mensajes abundan las palabras democracia, libertad, igualdad, derechos humanos, fraternidad, concordia entre todos los españoles, ...

A nadie se le escapa que el discurso del 3 de octubre del Rey Felipe VI es de los que marca una época y un reinado. Muchos dicen que se la jugó, pero otros más esperábamos como necesario ese discurso. Un clamor popular en redes sociales y más media clamaban conocer su opinión. Como el discurso del rey Juan Carlos I en el 23 F, escuchar al rey Felipe VI el 3 de octubre dio confianza para que los poderes del Estado ejercieran su poder para recuperar la tranquilad y la solvencia nacional e internacional.

En ese discurso dijo más cosas que las que parece que dijo. Fue un mensaje dirigido al pueblo español, al ejército, a los jueces. Fue un respiro para la sociedad española, puso a los independentistas en su sitio como delincuentes de un golpe de Estado y activó la maquinaria del Estado que estaba paralizada ante la gravedad de los hechos y la inacción del Gobierno de Rajoy que llegó a afirmar que no había pasado nada durante el 1-O en Cataluña.

En el discurso mencionado el Rey mostró  - sin quererlo - su decepción con aquellas personas que, aunque alejadas de los criterios constitucionales, habían garantizado que nunca incumplirían la ley. A aquellos les pudo la ambición, el ocultamiento de sus prácticas presuntamente ilegales con una acción de consecuencias desconocidas, llevando a un pueblo a la ruina ante el engaño y la presunta malversación de fondos públicos. Felipe VI estaba decepcionado, en su empeño de acercar Cataluña al resto de España y al inversa.

Acercar Madrid a Barcelona es un buen objetivo. Siempre será mejor para España que ambas ciudades estén más cerca que separadas o divorciadas una de la otra. Aunque hoy es inviable dar a Barcelona la doble capitalidad del Estado junto con Madrid - que propone Manuel Valls -, en el futuro, con unas relaciones normalizadas entre esa Comunidad Autónoma y el resto del Estado español, quizá sea posible. Buena señal sería que así fuese.

Desde los inicios de su reinado, Felipe VI lideró el Estado desde la responsabilidad y la discreción, muy propio con su carácter. Y ese discurso del 3-O mostró a todos los españoles lo que es y lo que representa como Jefe del Estado y representante de todos los españoles.

Con ese discurso, y con otros posteriores, el Rey llama a los catalanes a la concordia, a todos los catalanes. Los catalanes de bien, los que claman por el sentido común, los que anhelan por una Cataluña firme y próspera, son los que llaman al Rey para que no ceje en su empeño, para que visite Cataluña muy a menudo - como hemos visto recientemente - para que contribuya a consolidar una imagen de la Cataluña democrática que conocimos y que se ha puesto en entredicho a nivel internacional con todo el “procés”. Será bueno para Cataluña, también lo es para toda España. Que así sea.



Este artículo fue publicado con anterioridad en mi columna de opinión del periódico Alicante Press el 29 de junio de 2019.

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