Parece que fue ayer y ya han pasado cinco años desde que Felipe VI fue proclamado Rey de España. Inició su
reinado con buen pie, paso firme, cargado de nuevas ideas y buenas intenciones.
Parece que ha sido fácil y, sin embargo, lo ha tenido muy complicado,
no sólo por el procés en Cataluña - el Rey es garante constitucional de la
Unidad y Permanencia de España - sino también por las fallidas investiduras, el
bloqueo institucional, la repetición de las elecciones generales, la parálisis
de las instituciones, ...
Pero ante todo, sabemos que está ahí y eso da garantía de estabilidad.
No ejerce la política, no representa a ningún partido político, no tiene
ideología conocida que ampare sus acciones, sino que representa a todos sin
distinción alguna. Cuanto más lo atacan los independentistas y populistas, más
lo reafirman los acontecimientos en su posición como Jefe del Estado y como Rey
de todos los españoles, como demuestran las últimas encuestas de opinión. Su
valoración personal ronda el número 7, una nota muy alta, siendo más de la
mitad de los españoles fervientemente defensores del actual modelo de estado
español como Monarquía parlamentaria.
En su proclamación como Rey, Felipe VI dijo que cree en la Monarquía
Parlamentaria, “una monarquía renovada para un tiempo nuevo” en la que ha
modernizado su Casa con mayor transparencia en el gasto y en sus maneras de
realizar su función como el mejor embajador de España en el mundo y el más
convencido defensor y garante de la Constitución española. En sus discursos y
en sus mensajes abundan las palabras democracia, libertad, igualdad, derechos
humanos, fraternidad, concordia entre todos los españoles, ...
A nadie se le escapa que el discurso del 3 de octubre del Rey Felipe VI
es de los que marca una época y un reinado. Muchos dicen que se la jugó, pero
otros más esperábamos como necesario ese discurso. Un clamor popular en redes
sociales y más media clamaban conocer su opinión. Como el discurso del rey Juan
Carlos I en el 23 F, escuchar al rey Felipe VI el 3 de octubre dio confianza
para que los poderes del Estado ejercieran su poder para recuperar la
tranquilad y la solvencia nacional e internacional.
En ese discurso dijo más cosas que las que parece que dijo. Fue un
mensaje dirigido al pueblo español, al ejército, a los jueces. Fue un respiro
para la sociedad española, puso a los independentistas en su sitio como
delincuentes de un golpe de Estado y activó la maquinaria del Estado que estaba
paralizada ante la gravedad de los hechos y la inacción del Gobierno de Rajoy
que llegó a afirmar que no había pasado nada durante el 1-O en Cataluña.
En el discurso mencionado el Rey mostró
- sin quererlo - su decepción con aquellas personas que, aunque alejadas
de los criterios constitucionales, habían garantizado que nunca incumplirían la
ley. A aquellos les pudo la ambición, el ocultamiento de sus prácticas
presuntamente ilegales con una acción de consecuencias desconocidas, llevando a
un pueblo a la ruina ante el engaño y la presunta malversación de fondos
públicos. Felipe VI estaba decepcionado, en su empeño de acercar Cataluña al
resto de España y al inversa.
Acercar Madrid a Barcelona es un buen objetivo. Siempre será mejor para
España que ambas ciudades estén más cerca que separadas o divorciadas una de la
otra. Aunque hoy es inviable dar a Barcelona la doble capitalidad del Estado
junto con Madrid - que propone Manuel Valls -, en el futuro, con unas
relaciones normalizadas entre esa Comunidad Autónoma y el resto del Estado
español, quizá sea posible. Buena señal sería que así fuese.
Desde los inicios de su reinado, Felipe VI lideró el Estado desde la
responsabilidad y la discreción, muy propio con su carácter. Y ese discurso del
3-O mostró a todos los españoles lo que es y lo que representa como Jefe del
Estado y representante de todos los españoles.
Con ese discurso, y con otros posteriores, el Rey llama a los catalanes
a la concordia, a todos los catalanes. Los catalanes de bien, los que claman
por el sentido común, los que anhelan por una Cataluña firme y próspera, son
los que llaman al Rey para que no ceje en su empeño, para que visite Cataluña
muy a menudo - como hemos visto recientemente - para que contribuya a
consolidar una imagen de la Cataluña democrática que conocimos y que se ha
puesto en entredicho a nivel internacional con todo el “procés”. Será bueno
para Cataluña, también lo es para toda España. Que así sea.
Este artículo fue publicado con anterioridad en mi columna de opinión del periódico Alicante Press el 29 de junio de 2019.
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