Con las primeras luces del día después del amanecer. Caminando por la orilla del mar a primera hora de la mañana cuando en la playa solo hay caminantes y escasos bañistas. Mi hijo Carlos y yo. Entre las aguas transparentes, pequeñitos pececillos. Veloces, inquietos, traviesos, corretean entre nuestros pies. Y Carlos, travieso como ellos, me dice: “Papá, quiero un pez. Quiero coger uno de estos peces”. Mal lo tiene, incluso con una red.
Si supiera que hay un gran pez varado en el lecho del rio Segura a su paso por Murcia Capital … Si, amigos. No es un cuento. Permitirme que os lo narre desde el principio.
Caminando, esta vez por las calles tranquilas y estrechas alrededor de la Catedral de Murcia, oí un tumulto. Mi curiosidad llamó mi atención en esta hora temprana de la tarde, hora veraniega de la siesta para quien pudiera disfrutarla. Un orador entre un pequeño grupo de personas. Tantos gritos, tantos murmullos, llamaron la atención de muchos curiosos como yo. Lo que decía era poco creíble, más parecía una broma. Su cara no parecía manifestar nada serio, pero convencía a su auditorio. Les seguí a cierta distancia, mientras una mujer, policía municipal, informaba por radio de lo que estaba pasando, mas cerca de mi que de ellos. Su mirada también era de incredulidad. Cada paso, cada espacio de calle recorrida, el grupo que seguía al orador iba aumentando por momentos. Más parecía una manifestación de sindicalistas que de curiosos. Cruzando el rio, desde uno de sus puentes, junto al Parador del Rey, todos mirando por todas partes. El que llevaba la voz cantante señaló en una dirección. “Ahí está, grande e inmóvil. “¿Donde está?”, gritaban algunos. Y efectivamente. Un enorme pez, del que le sobresalía del agua la cabeza y su larga cola, estaba inmóvil sobre el lecho del rio Segura. Y no podía ser de otra manera porque el pez es de bronce. El orador sonreía de oreja a oreja. Algunos le miraban y le gritaban insultándole porque se consideraban burlados. El conflicto no pasó a mayores por la presencia de la policía municipal. En fin, hay gente para todo.
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