Iniciamos una ruta senderista (por el domingo 25 de enero) que se ha convertido en la marcha que abre el calendario de la temporada para los socios de la Asociación de Caminantes de Aigues. ¡La primera ruta senderista del año!. Y no por ser la primera, ha de ser la sencilla. Sino todo lo contrario. Es la más dura, una de las más largas y difíciles. Casi 25 kilómetros de senderos, de subir y bajar montañas. De disfrutar del aire puro, de pequeños bosques de umbría, de los bellos paisajes, … Con la compañía de conocidos y amigos.
Como el año pasado, empezamos la ruta con frío pero sin estar nublado. Más adelante el cielo azul irá dejando paso a las nubes, revoltosas, que buscarán su protagonismo. La subida de la sierra Ginebrat se demuestra durilla. Vemos cómo las últimas lluvias han dejado huella en el sendero. Le han arañado, le han mordido, le han dibujado nuevas ondulaciones. Donde hoy hay agujeros, ayer fue camino.
En la finca Ginebrat hacemos el primer descanso. Es el momento del almuerzo. Unos quince minutos. Para proseguir, después, en busca de la sierra de La Grana. A lo lejos, la costa y con ella la isla de Benidorm, casas de Villajoyosa, rascacielos de Benidorm. Azulados, bajo la lluvia que les debe de estar cayendo, quizá ya les ha caído.
Nos encontramos con restos de casas de labranza sin vida, abandonados los campos a su suerte. Almendros que empiezan a colorear sus ramas con sus flores de primavera. Nos cruzamos con otros deportistas que no caminan, sino corren. Con cazadores que quieren imponer sus escopetas a nuestras botas y bastones. Abrevaderos para beber los animalillos del monte. Restaurados caserones de sociedades cinegéticas. Los restos de un incendio y la limpieza del monte. Al fondo una mole oscura. La sierra de La Grana, que tenemos que superar. Impone, pero podemos subirla, atravesarla y bajarla. Junto al camino, una peña con una hendidura, esculpida por el viento.
El cielo se torna nublado. La cima del Puig Campana está coronada por unas nubes blancas. Cuando esto ocurre, llueve en Aigues, nos dice el Presi. Andamos por el camino real. Por este, antaño lo recorrían los heladeros que transportaban en sus mulas las barras de hielo que habían guardado en sus neveros durante el invierno, para venderlas en los pueblos del valle. Por él pasaron multitud de mercancías. Muchas personas que buscaban mejor porvenir. Muchos sueños que acariciaban las rocas, las copas de los árboles, al camino, despidiéndose, esperando que se cumplieran, tierras abajo. Este camino real hará que recorramos esta ruta en una hora menos que el año pasado.
En la cresta de La Grana vemos la bahía de Alicante. La sierra Grosa, la sierra Santa Ana, el castillo Santa Bárbara, los tres rascacielos de Alicante, la sierra de Foncalent, el cabo de Santa Pola bañado por un mar tranquilo, pellizcado por algunas embarcaciones que se balancean sobre su lomo.
La niebla se desliza deprisa por las laderas del Cabeçó d´Or. Silenciosa, veloz. Devora la montaña en un momento. Es el presagio de lo que se nos viene encima. Un viento helado nos raspa la cara cuando empieza a llover. Primero unas gotas pequeñas, enormes gotas después. Los chubasqueros saltan de la mochila para cubrirnos, para soportar mejor esta fresca expresión de la naturaleza.
Cuando iniciamos la marcha las tierras de las montañas eran pardas como la piel de un felino que nos observa. Con las nubes, han tornado de color y es un erizo de campo quien nos mira. Con la lluvia, las montañas son sombras que se han vestido de una indumentaria azul oscuro. Ahora es una mariposa, con la misma tonalidad, quien nos vigila. Quien vuela por encima de nuestras cabezas. Quien voltea y se recrea con el viento. Quien dibuja en el aire figuras caprichosas que despierta nuestra imaginación mientras subimos. Y al llegar a la cresta, cierto cansancio se hace notar en nuestras piernas cuando vemos a La Torre de les Maçanes a lo lejos, allí abajo. Mojada, turbia, desenfocada, bajo negros nubarrones.
Y cuando nos queda una hora y los pasos se resisten a caminar, pero caminan porque es mejor seguir que pararse, me acuerdo de mi amigo Vicente Peña, Corredor de Seguros, recientemente fallecido, amante de la montaña y los senderos. De la buena mesa. De una novela histórica en un sonrojado atardecer. Con un extraordinario sentido del humor. Su cabeza era su profesión, pero su palabra, un chiste, un acertijo ó una adivinanza. Qué buenos momentos hemos pasado, qué minutos sin hora, qué espacios sin dueño.
El pueblo, desierto queda, cuando lo atravesamos. Cerca de las 15 h, pasados por agua. Algunos puestos del mercado dominical a medio recoger. Unos pajarillos picoteando unas migas de pan. Y el hambre que nos llama y nos empuja para el último esfuerzo antes de llegar al restaurante Fonda La Torre. La olleta, con pequeñas alubias de estas montañas, nos acompaña en este momento. Hemos culminado con éxito la ruta en seis horas (una menos que el año pasado) con ganas de volver. Quizá sea pronto, con la peña de Fer, un nuevo amigo del camino con quien me encontré un día navegando por internet y a quien descubrí en su extraordinario blog link Alicante donde la montaña, la fotografía y sus sensaciones son protagonistas.
3 comentarios:
Fue un placer conoceros y poder compartir esta gran ruta con vosotros. Estoy convencido de que nuestros caminos no tardarán mucho en volver a encontrarse...
Saludos!
DAN GANAS DE PONERSE LAS BOTAS Y RECORRER LOS SENDEROS CONTIGO, PASKKI. CON VOSOTROS. NARRAS EL SENDERISMO SEGUN TUS SENSACIONES DE UNA MANERA MUY PECULIAR. DE MIS NAVEGACIONES POR INTERNET NADIE LO CUENTA ASI. DISFRUTO CON TUS RELATOS Y ESTOY PENDIENTE E IMPACIENTE DEL SIGUIENTE. SALUDOS.
Es una bella ruta senderista que no lo enturbia su dificultad.
Y sí, Fer, buscaré ese camino donde encontrarnos.
Un abrazo!
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