Su cara arrastra la expresión del esfuerzo. Sus brazos, tensos. Sus manos, fuertes. Su mirada, cansada. Sus piernas soportan los años que han pasado, la experiencia que enseña, la travesía que pasa la vida. La brisa del mar que acaricia sus mejillas y peina sus cabellos. El pescador. Sus redes, llenas de peces. Su barca varada. Sus pies, dejan huella en la arena.
Bien podría ser el anciano del Viejo y el Mar, de Hemingway; ó Manolo, de Capitanes Intrépidos, de Kipling. Bien, el marinero de Alberti que carga sobre sus espaldas los vaivenes de la marea. Bien podrían ser tantos pescadores anónimos que llenan la cesta de la compra con sus capturas. Bien podrían ser esos héroes desconocidos que llevan a su casa el jornal después de faenar toda la noche. Bien podrían ser aquellos que salen a pescar con las primeras luces del amanecer. Bien podrían, tantos otros que se ven reflejados en este esfuerzo.
Obra de Manuel Nicolás Almansa (1998). Moldeó el bronce con su imaginación para crear este conjunto escultórico instalado en la orilla de la playa. Se recorta sobre el mar en una unión entre el hombre, el mito y la pasión de ser parte de la vida marinera de muchos. Monumento al pescador. En Los Alcázares (provincia de Murcia).
1 comentario:
Precioso, Paskki. Saludos.
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