“Cuando era niño me encantaba ver como la ciudad se vestía de fiesta, las calles se iluminaban con miles de bombillas, se llenaba de puestos al aire libre con toda clase de utensilios y golosinas; cómo los monumentos fogueriles ocupaban carreteras y plazas con vivos colores y mucha imaginación; me gustaba ir con mis padres a los toros: el paseillo, los trajes de luces, los caballos, los toros, los toreros, … ; reía con el olor de la pólvora y el ruido de las mascletás; lloraba con la cremá y disfrutaba con los fuegos artificiales, despedida de esta fiesta popular.
Cuando era adolescente me pasaba lo mismo, pero de otra manera. Era la pandilla mi prioridad y la fiesta lo que nos daba la libertad para nuestro desenfreno.
Cuando adulto, ya con la familia, era como un vuelta a empezar, a enseñar a los hijos la lección aprendida, los conocimientos adquiridos, mi propia experiencia. Siempre bella en mi recuerdo, aunque no fuese todo lo bueno que pudiera haber sido. En el camino quedaron amores no reconciliados, amigos que se llevó el viento de la vida, heridas sin cicatrizar que vuelven a mi memoria en mis noches de desvelo.
Ya anciano, cuando vuelvo la vista atrás y veo la travesía recorrida recordando mis noches en alta mar desde el puente de mi barco cuando las tempestades querían arrastrarnos hasta el fondo del mar para no volver jamás; observo los retornos, el regreso a puerto, el recibimiento de la familia, las semanas en casa con los míos y a los hijos más crecidos que la última vez; … Me gustaba ver cómo los días se alargaban en tierra con las historias y los problemas cotidianos de mi familia. En el mar todo es de otra manera …
Jubilado, marino varado para siempre, se me alegra el semblante con esta fiesta de las Hogueras de San Juan en esta ciudad mía, Alicante, que huele a mar por los cuatro costados. En estas calles llenas de forasteros gracias a la hospitalidad de este pueblo generoso. Entre estas cuatro paredes que acogen a amigos de mis hijos, incluso ya de mis nietos, para ver la mascletá, mi mujer y yo hemos hecho nuestra vida. Una vida donde son protagonistas nuestros recuerdos mientras vemos quemar la Hoguera de nuestro barrio que tanto ha costado levantar con el esfuerzo de muchos. Pero no se pierde todo. Con las cenizas de esta nace una nueva idea, un nuevo proyecto, nuevas ilusiones, una nueva Hoguera que arderá el año que viene para, como este, espantar a los malos espíritus. Y vuelta a empezar porque, al final, todo es relativo. Depende como afrontes la vida. Si aceptas un consejo, siempre mira el lado positivo de las cosas”, así me cuenta mi amigo Sito, de Alfonsito, marinero en tierra que un día encontré varado en la playa.
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