Recordando a mi padre hoy (por ayer martes) hemos salido a navegar. En uno de esos días que le gustaban tanto ver desde su ventana. El cielo azul, el mar tranquilo, con veleros navegando en el horizonte aquí cerca y allá lejos. Con la mirada lejana observando el paisaje de la bahía de Campello, Villajoyosa, ... Con el Peñón de Ifach, la isla de Benidorm y la Sierra Helada recortándose sobre el intenso azul marino.
“El mar
sonríe a lo lejos.
Dientes de espuma,
labios de cielo”.
Fragmento de “La balada del agua del mar”, de Federico García Lorca
Con el burbujear del mar por un ligero viento desde tierra. Fresco por ser diciembre, libre porque no tiene ataduras. Como libre son las gaviotas que vuelan por encima de nuestras cabezas. Como libres son los delfines que juguetean cerca del barco. Como libres son nuestros pensamientos con su recuerdo.
“Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar”.
Fragmento de “Canción del pirata”, de José de Espronceda
En la cubierta del barco recordamos anécdotas que nos contó mi padre de sus salidas a la mar, de sus calderos a bordo, de sus visitas con mi madre a Mallorca, Tabarca, Mikonos ó Santorini, de los atardeceres, del dorado de la tierra de Alicante cuando se pone el sol, del azul cobalto en días claros y limpios como hoy. Necesitaba el mar, su color, su sabor, su olor. Necesitaba empaparse de la historia de sus pueblos ribereños. Necesitaba soñar con sus rumores.
“Necesito del mar porque me enseña:
no sé si aprendo música ó conciencia:
no sé si es ola sola ó ser profundo
ó sólo ronca voz ó deslumbrante
suposición de peces y navíos.
El hecho es que hasta que estoy dormido
de algún modo magnético circulo
en la universidad del oleaje”.
Fragmento de “El mar”, de Pablo Neruda
Necesitaba escuchar, leer, observar las historias inocentes de los jóvenes grumetes, las aventuras de los atrevidos adolescentes, las exageradas de los viejos marineros. Necesitaba contar las suyas con su experiencia y su verbo fácil, Necesitaba que lo escucháramos atentos porque no queríamos perdernos detalle.
“Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento la vela!”
de “Marinero en Tierra”, de Rafael Albarti
Hoy es el mar quien nos acoge, quien nos da la bienvenida. Pero también hoy es cuando le decimos a mi padre hasta siempre con lágrimas en los ojos, con la emoción de las despedidas, con el calor del sol y de la familia, con el abrazo del viento y su recuerdo.
“Era un suspiro lánguido y sonoro
la voz del mar aquella tarde … El día,
no queriendo morir, con garras de oro
de los acantilados se prendía.
Pero su seno el mar alzó potente,
y el sol, al fin, como en soberbio lecho,
hundió en las olas la dorada frente,
en una brasa cárdena deshecho.
Para mi pobre cuerpo dolorido,
para mi triste alma lacerada,
para mi yerto corazón herido,
para mi amarga vida fatigada …
¡el mar amado, el mar apetecido,
el mar, el mar y no pensar en nada! …”
“Ocaso”, de Manuel Machado
… desde su ventana
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