“Nací en Buenos Aires (Argentina) pero bien podía haberlo hecho en Sevilla, Madrid ó Alicante (España) si mis padres no hubieran cogido un barco para huir de una guerra. También podía haberlo hecho en Argel pero el destino nos llevó a América del Sur. Y así, con lo puesto, todos, mis abuelos, mis padres y yo (en la barriga de mi madre) zarpamos rumbo a lo desconocido. Todo lo justificaba salvar la vida. Porque mi abuelo paterno era delegado sindical, mi padre diputado socialista. Republicanos convencidos. Y con el alzamiento nacional tuvieron que huir de Sevilla para no ser fusilados por sus ideas de izquierdas. Crecí con el odio exagerado de mis abuelos hacia los militares españoles que habían apoyado el golpe de estado del General Franco, hacia los políticos y los empresarios que lo consintieron. Crecí, también, con una postura más conciliadora de mis padres con su mirada puesta en un futuro distinto y democrático en España. Muchos familiares se habían quedado en España. Unos se salvaron de las injusticias republicanas, que también las hubo, otros de las fascistas. Pero sobrevivieron. Y unos y otros nos invitaban a volver a España. Pero mis abuelos primero, mis padres después, habían hecho una nueva vida en Buenos Aires. Sin embargo, me animaban a que algún día volviese yo a esa España nueva. Que llegó de la mano de una monarquía parlamentaria donde todas las ideologías políticas tenían cabida: de derechas, de centro, de izquierdas (incluso los comunistas). Y aquellos odios se enterraron para siempre. Aunque aún hay heridas sin curar. Todo esto me viene a la memoria porque hace 75 años se inició una guerra que cambió la vida de muchas familias españolas, también la mía. Y me acuerdo especialmente porque por fin voy a viajar a España. Por fin mi viaje se va a reconciliar con el dolor de mis mayores al tener que dejar su tierra amada para salvar su vida y la mía. Por fin voy a encontrarme con mis parientes y con la tierra que me tenía que haber visto nacer. Porque con este viaje uniremos nuestros destinos en uno, el mío, para conocernos, para abrazarnos, para reconciliarnos”.
Así se expresa por escrito María, una víctima sin serlo de aquella guerra. Pero ¿cuántas Marías hay, cuántas historias se parecen?. España es otra España, nada tiene que ver con aquella de 1936. Pero aún hay historias como esta que necesitan reconciliarse con el pasado. Aún hay heridas sin cerrar. Por esto la Ley de la Memoria Histórica. Quizá hasta que no pasen varias generaciones de españoles esas heridas no curarán. Y lo harán, todos juntos.
Para más información, visita (por ej): http://www.elpais.com/especial/aniversario-sublevacion-militar/
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