martes, 25 de febrero de 2020

Zafarrancho de combate



Hace unos días escuché una interesante conferencia, organizada por Casa Mediterráneo en Alicante e impartida por José Luís García Velo, Capitán de Navío y actual Director del Museo Naval en Cartagena, sobre la vida a bordo de un submarino español. 55 hombres y mujeres que conviven en un espacio muy pequeño, que tienen que compartir muchas cosas que fuera del submarino serían muy personales y, todo esto, sin conflictos. ¿Cómo lo hacen?.. Ahora se lo cuento.

Los submarinos españoles tienen su base en Cartagena. Siendo uno de los astilleros de la Armada española en la península, pasó de construir galeras de madera allá por el siglo XVI a submarinos de materiales mucho más resistentes. Ya saben, son otros tiempos.

El primer submarino español se botó en Alicante, del inventor Cosme García Sáez. Luego vendrían todos los demás. El de Narciso Monturiol, el de Antonio Sanjurjo y por supuesto el de Isaac Peral que fue el primer submarino de torpedos del mundo. Este submarino no llegó a desarrollarse por el deporte nacional español: la envidia. Aunque superó todas las pruebas y demostró que podía navegar sumergido en alta mar (1890), incluso después de disparar un torpedo (llevaba tres a bordo), este invento se desechó desde el Ministerio de la Marina. Entonces ninguna otra Armada en el mundo tenía un arma submarina. Hubiéramos dominado otra vez los mares.

Hoy los submarinos de la Armada española se siguen haciendo en Cartagena en donde se ubica la Base de Submarinos. Es en los astilleros de Navantia, en esta localidad, donde se está construyendo el S-80, una revolución entre los submarinos no nucleares, y así se dijo en la conferencia mencionada.

Cada misión es una nueva aventura para la paz o para evitar la guerra, aunque siempre zarpan a la mar con sus torpedos de combate por lo que pudiera pasar. Todas sus misiones son secretas, los oficiales del submarino las conocen poco antes de zarpar. La tripulación sabe cuándo sale a la mar y a bordo es cuando conocen cuál es su rumbo y cuál es su misión asignada. Emocionante en cualquier caso.

Una vez a bordo cada uno tiene su función. Se entienden sin discusión porque todos tienen un solo objetivo: España. Son los guardianes de nuestras costas, sumergidos en algún lugar del Mediterráneo o del Atlántico. Son silenciosos, discretos, están al acecho vigilando al “enemigo”. Todos tienen una bandera, rojo y gualda, que respetan y se sienten orgulloso de llevarla en el uniforme y en el corazón. Todos escuchan con orgullo el himno nacional, de pie y con respeto, cuando mandan las Ordenanzas. Todos tienen una jerarquía que cumplir. Todos tienen como regla que el compañerismo es pieza clave a bordo. Todos saben que las tareas son trabajo en equipo, cada uno se siente eslabón de la cadena, si uno falla, fallan todos. Un error puede costarle la vida. Y todo esto hace que todos funcionen como si fueran uno.

El cine ha popularizado la vida a bordo de los submarinos con escenas memorables: desde el legendario Nautilus de “Vente mil leguas de viaje submarino”, de Julio Verne, a los submarinos alemanes de la Segunda Guerra Mundial ó los submarinos atómicos de la URSS o de EEUU durante la guerra fría. Hay títulos memorables de películas como *La caza del Octubre Rojo*, “The Boot”, “U-571”, “La Marea Roja”, "Kursk", …

En todas estas escenas se ve una excelente coordinación, cada uno a lo suyo, y todos pendientes de las órdenes de su líder a bordo, el capitán ó comandante de la nave. Siempre tiene que haber un líder que dirija, que de confianza, que marque el rumbo cierto para volver a puerto con la misión cumplida. Pues eso.


Este artículo ha sido publicado con anterioridad en mi columna de opinión del periódico Tu Tribuna. 

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