Hace unos días escuché una interesante conferencia, organizada por Casa
Mediterráneo en Alicante e impartida por José Luís García Velo, Capitán de
Navío y actual Director del Museo Naval en Cartagena, sobre la vida a bordo de
un submarino español. 55 hombres y mujeres que conviven en un espacio muy
pequeño, que tienen que compartir muchas cosas que fuera del submarino serían
muy personales y, todo esto, sin conflictos. ¿Cómo lo hacen?.. Ahora se lo
cuento.
Los submarinos españoles tienen su base en Cartagena. Siendo uno de los
astilleros de la Armada española en la península, pasó de construir galeras de
madera allá por el siglo XVI a submarinos de materiales mucho más resistentes.
Ya saben, son otros tiempos.
El primer submarino español se botó en Alicante, del inventor Cosme
García Sáez. Luego vendrían todos los demás. El de Narciso Monturiol, el de
Antonio Sanjurjo y por supuesto el de Isaac Peral que fue el primer submarino
de torpedos del mundo. Este submarino no llegó a desarrollarse por el deporte nacional
español: la envidia. Aunque superó todas las pruebas y demostró que podía
navegar sumergido en alta mar (1890), incluso después de disparar un torpedo
(llevaba tres a bordo), este invento se desechó desde el Ministerio de la
Marina. Entonces ninguna otra Armada en el mundo tenía un arma submarina.
Hubiéramos dominado otra vez los mares.
Hoy los submarinos de la Armada española se siguen haciendo en
Cartagena en donde se ubica la Base de Submarinos. Es en los astilleros de
Navantia, en esta localidad, donde se está construyendo el S-80, una revolución
entre los submarinos no nucleares, y así se dijo en la conferencia mencionada.
Cada misión es una nueva aventura para la paz o para evitar la guerra,
aunque siempre zarpan a la mar con sus torpedos de combate por lo que pudiera
pasar. Todas sus misiones son secretas, los oficiales del submarino las conocen
poco antes de zarpar. La tripulación sabe cuándo sale a la mar y a bordo es
cuando conocen cuál es su rumbo y cuál es su misión asignada. Emocionante en
cualquier caso.
Una vez a bordo cada uno tiene su función. Se entienden sin discusión
porque todos tienen un solo objetivo: España. Son los guardianes de nuestras
costas, sumergidos en algún lugar del Mediterráneo o del Atlántico. Son
silenciosos, discretos, están al acecho vigilando al “enemigo”. Todos tienen
una bandera, rojo y gualda, que respetan y se sienten orgulloso de llevarla en
el uniforme y en el corazón. Todos escuchan con orgullo el himno nacional, de
pie y con respeto, cuando mandan las Ordenanzas. Todos tienen una jerarquía que
cumplir. Todos tienen como regla que el compañerismo es pieza clave a bordo.
Todos saben que las tareas son trabajo en equipo, cada uno se siente eslabón de
la cadena, si uno falla, fallan todos. Un error puede costarle la vida. Y todo
esto hace que todos funcionen como si fueran uno.
El cine ha popularizado la vida a bordo de los submarinos con escenas
memorables: desde el legendario Nautilus de “Vente mil leguas de viaje
submarino”, de Julio Verne, a los submarinos alemanes de la Segunda Guerra
Mundial ó los submarinos atómicos de la URSS o de EEUU durante la guerra fría.
Hay títulos memorables de películas como *La caza del Octubre Rojo*, “The
Boot”, “U-571”, “La Marea Roja”, "Kursk", …
En todas estas escenas se ve una excelente coordinación, cada uno a lo
suyo, y todos pendientes de las órdenes de su líder a bordo, el capitán ó
comandante de la nave. Siempre tiene que haber un líder que dirija, que de
confianza, que marque el rumbo cierto para volver a puerto con la misión
cumplida. Pues eso.
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