Altea es bella desde donde la
mires, desde donde la observes, desde la cubierta de un barco, desde la playa,
desde la desembocadura del río Algar, desde el paseo marítimo, … Es bella desde sus rincones, desde sus callejuelas empinadas, desde sus arcos que dividen un barrio
ó un arrabal de otro, junto a sus casas encaladas, desde su concurrida plaza de la
iglesia, desde sus miradores al Mediterráneo.
Ese mar Mediterráneo que le ha
dado tanto, pregonando su belleza allende los mares, regando sus orillas,
bañando los muelles de su puerto deportivo. Ese mar Mediterráneo que consiguió
vestir el puerto de las redes de los pescadores, que dejó que tuvieran cerca de sus aguas sus casas
coloreadas de vivos colores. El ocre, el azul de metileno, el amarillo albero, el
rojo bermellón, … Colores que les acompañaron siempre en sus mentes allá donde
echaran las redes, recordando a la familia, a los hijos que crecen casi sin
verlos, a las esposas que los crían mirando siempre el horizonte ... Deseando que
regresen pronto sus esposos para acariciarle sus arrugas, para besarles sus
mejillas, para abrazarlos fuerte, para sentirlos dentro, para vivir con
intensidad esa vida compartida por momentos. En esta tierra hospitalaria y abierta, de
hombres aventureros y mujeres generosas, que los dejan partir mientras aguardan
en casa. Es su futuro y el de sus hijos el que, en realidad, recorren los
mares. Son sus ilusiones y sus sueños los que cabalgan sobre las olas. Es el
deseo de un mejor provenir el que permite soportar los golpes de mar, las
inesperadas tormentas, las traicioneras tempestades. Y al volver a casa es la
sonrisa de los que les esperan, la alegría de quienes les reciben, la risa de
la inocencia ó de la timidez, el abrazo perpetuo de los seres queridos, lo que
permiten soportar las grandes olas, los fuertes vientos, la fuerte marejada.
Todo esto y mucho más es lo que
han sabido plasmar en sus libros, en sus fotografías, en sus cerámicas, en sus
lienzos, multitud de artistas venidos de los sitios más insospechados del mundo
para retratar la vida dura de los habitantes de este pueblo para salir adelante. Son sus miradas, sus sonrisas, sus llantos, sus gestos, sus gritos y
sus aplausos, sus expresiones, sus palabras, sus manifestaciones, sus anhelos,
los que quedan retratados para siempre en tantas obras de arte que recorrerán
los caminos, que navegarán los mares, que escalarán las montañas, dejando
constancia de su vida cotidiana.
Y entre todo, los llaud amarrados
en el muelle del puerto deportivo deseando que una vela latina acaricie su
mástil mientras los faluchos esperan que fuertes remeros le ayuden a abrirse
paso entre las olas, cuando un velero orgulloso suelta todo el trapo ó una
motora recorre la bahía de Altea con sus potentes motores.
Para saber más de Altea, visita http://www.ayuntamientoaltea.es/
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