Con el medio de transporte más característico y peculiar de Lisboa, el tranvía, nos disponemos a subir a los alrededores del castillo de San Jorge. En uno de ellos, casi centenario, recorremos calles empedradas con cuestas y bajadas, con rectas y con curvas. En su puerta nos recibe una azafata vestida con un traje típico lisboeta, amplia sonrisa y una copa de Oporto. Aunque el tranvía parezca que circula a duras penas por sus raíles, escala de la planicie a la atalaya por la Rúa de Conceiçao hasta los aledaños de las murallas.
El castillo de San Jorge (castelo de Sao Jorge) está construido sobre los cimientos del castillete que levantaron los romanos y que, posteriormente, habitaron otros pueblos. Domina la ciudad y el estuario del Tajo, recortándose sobre azoteas y tejados. A sus pies, los barrios populares de Castelo y La Alfama.
Conquistado a los árabes por Alfonso I de Portugal después de tres meses de asedio (1147) , ayudado por los Cruzados normandos, flamencos, alemanes e ingleses. Cuenta la leyenda que fue Martín Moniz quien, al ver una de las puertas del castillo entreabierta, sacrificó su vida impidiendo que los moros la cerrasen interponiendo su propio cuerpo en el vado y permitiendo el acceso de sus compañeros, favoreciendo la conquista del castillo por las fuerzas cristianas. A partir del s. XIII, cuando Lisboa es la Capital del Reino (1255), el castillo se convierte en Palacio Real. Sus salones fueron testigos de muchos acontecimientos históricos como el recibimiento por el rey y su corte de Vasco de Gama tras descubrir la ruta oceánica a la India al final del S.XV. Sufrió ataques de potencias europeas y los daños de diversos terremotos. En 1511, el rey Manuel I trasladó el Palacio Real a la zona ribereña del Tajo, en la actual Plaza del Comercio. El castillo se convirtió en cuartel, deteriorándose sus instalaciones. Es a partir del Decreto de 16 de junio de 1910, que lo declara Monumento Nacional, cuando se realizan diversas rehabilitaciones.
Hoy amplias murallas, con sus once torres, se divisan desde lo lejos como signo de identidad de Lisboa y de su historia. Es recomendable llegar a su patio de armas por la Rúa do Chao da Feira a través del Portal de Sao Jorge. Bajo altos pinos, desde las murallas, se divisa todo Lisboa y el Tajo.
Por la noche, desde sus almenas, vemos lucecitas de la Lisboa cosmopolita, de una ciudad viva que se resiste a los embates de las duras circunstancias económicas, de las presiones bursátiles, de los chantajes de los mercados financieros que quieren aprisionarla. Desde estas murallas, orgullosos guerreros antaño defendieron su personalidad, su cultura y su historia, como hoy lo hacen otros guerreros desde despachos ministeriales. Junto con antiguos cañones que defendieron la ciudad, nos fotografiamos con el convencimiento que ahora no se dejarán doblegar por las circunstancias, que resistirán como lo hicieron entonces, porque hoy el fuego de la pólvora es el fuego de la pasión de un pueblo libre que defiende sus intereses con ahínco.
Bajo arcos de medio punto, donde antes estuvo parte de la Residencia Real, se ubica hoy el Restaurante Casa do Leao, donde disfrutamos de platos típicos de la gastronomía de Portugal. Degustamos los sabores de esas viandas, del caldo de sus vinos, del dulce de sus postres, con el recuerdo de los años de gloria de estos muros que reivindican volver a tenerlos con el protagonismo de los portugueses.
Para más datos, visita la guía LISBOA Y SU CASTILLO
LAS FOTOS Y EL TEXTO SON DEL AUTOR DE ESTE BLOG.
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